Capítulo 2

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BAMBI JO

Es todo tan complicado, pudiendo ser tan sencillo. 

Es la pérdida del norte, de tus metas. No las que el mundo desea para ti, las que tú quieres, las que añoras tener, poseer. Porque es lo único que te queda. O quedaba. Cuando un fuego inexistente arrasa todo lo que encuentra a su paso, una imagen y todo se descalabra. 

Y se desvanece esa pequeña, efímera pero hermosa esperanza, esa resolución que te hace continuar hacia adelante. 

Yo lo sé, yo lo siento. Fue una pequeña respuesta, un momento tan corto de tiempo el que se necesita para decir cuatro simples palabras. 

Pero cuando todo se fragmentó, dejándome sin lo poco que tenía, caí tan bajo dentro de mí misma, nada podía sacarme de ahí, atrapada en la miseria de mi vida, dando vueltas, girando sin causa ni conocimiento, perdida, el tiempo más oscuro de mi vida, como si todo fuese una pesadilla, oscuridad, y el mañana siendo igual que el hoy. Dependiente, desesperada. 

La suciedad por las lluvias está pegada en la ventana del coche, mi cabeza apoyada en ella, sentada en el frescor del aire acondicionado. Una música suave, lenta, hermosa, suena en el estéreo, los gemelos juegan en la parte de atrás, susurrando, sonriendo. 

Observo los laterales de la carretera, las casas de dos y tres pisos, sus jardines perfectamente segados, sus vallas blancas, pintadas y barnizadas. Las mujeres sonrientes con carritos, o jugando con sus hijos en la hierba verde llena de vida por la primavera. Los hombres se acercan a sus esposas, besan sus  labios con amor y delicadeza, acarician las mejillas de sus hijos, los recogen en brazos con una sonrisa exuberante tras sus horas de trabajo duro en oficinas, con papeles que hacer o leer, correos que enviar, reuniones en las que se defienden posturas recias, luchando por sus ideas construidas a base de esfuerzo y horas empleadas. 

Pequeñas flores decoran todo el paisaje, de todos los colores, creando un ambiente acogedor y hermoso, regalando una belleza que te ofrece una tranquilidad decadente. 

Tengo un pequeño dilema con estas coloridas plantas, me recuerdan a cuando corría rodeada por ellas, llenando mi mente de colores y olores, creando una paleta, una gama de diversidad que rememorar cuando estuviese en mi cama por la noche. La sensación que quería llevar continuamente dentro de mí, esa preciada libertad, el viento empujando mi pelo, convirtiéndose en una maraña tras de mí, mis mejillas frías y mi nariz sonrojada, por salir no lo suficiente abrigada. Los pequeños insectos que me rodeaban, siempre me encantaron las abejas, no entendía como alguien podía temerles, son seres vivos diminutos, llenos de color, ese amarillo perfecto con sus alas para volar, ese zumbido que te avisa de su cercanía, esa capacidad para oler y detectar el peligro para protegerse, para atacar, pero siempre como defensa. Se las veía y escuchaba venir con antelación, sin no las molestabas no atacaban. 

En mi ilusa cabeza pensaba que algún día podría convertirme en una de ellas, volar y volar, posarme sobre las flores, zigzaguear por las hebras de hierba fresca, beber de las gotas del rocío. 

Me encantaba soñar con ello. Allí tirada sobre el prado, con mi vestido de verano en una época que no cuadraba, incorporarme con las piernas estiradas y sentir como uno de mis tirantes cae por mi hombro, era grande, tal vez un par de tallas más que la apropiada para mí. Pero era hermoso, de un amarillo intenso como el de los cuerpos de las abejas, con pequeñas florecillas rosadas, era perfecto. Era una ilusión. 

- Bambi, ¿te gustaría cenar comida china hoy? debes estas exhausta. 

Este es Billy, me mira mientras conduce, sus ojos azules llenos de afecto, ilusión, felicidad. Su camisa de cuadros azul se aprieta sobre sus muñecas, y sus pantalones de vestir negros combinan perfectamente con sus zapatos, al igual que su reloj, Catherine le obligaba a conjuntarse, a veces observaba como colocaba su ropa sobre la cama de matrimonio de su habitación mientras este se duchaba, solía parecerme un gesto de dominación, de sumisión por su parte, tener que preparar su ropas, me preguntaba; ¿qué pasaría si un día se le olvidaba ese detalle? Luego me di cuenta, después del tiempo, veía como el besaba sus labios con cariño y amor cuando los pequeños estaban delante, había veneración, no le haría nada, era un regalo de parte de ella para él, solo para él, una rutina diaria, que se transformó en una tradición. Más tarde comprendí que sería un error dejarle a él escoger su propia ropa, Billy era feliz llevando simplemente algo adecuado, pero no sabía conjuntarlo, simplemente él es así, sencillo y humilde.

Como mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora