Prefacio

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Teníamos tanto en común y nada a la vez. Éramos uno para el otro, pero un termino de esa magnitud no encajaba en nuestras circunstancias.

Hyunjin no esperaba nada diferente aquella lenta y fría mañana de otoño, en los finales de sus diecisiete años. Para ese entonces habían pasado siete años desde que la desgracia tocó a su puerta, nueve meses cuando la tragedia instaló su tienda a mitad de la cabaña y seis meses desde que la vida decidió brindarle lo que todos llamaban otra oportunidad. El deseo poco saludable de cambiarlo todo era su agonía de cada mañana.

— ¿Como te has sentido? —Preguntó el especialista frente a él.

Los separaba un escritorio fino, un florero con un solo clavel y la sonrisa amigable del profesional. Eso, principalmente, era lo que creaba una barrera entre ellos, al menos ante la perspectiva de Hyunjin.

— Todo ha estado bien.

Iba a gritar si alguien más le preguntaba algo como eso durante el día. Pero no podía culparlos, todos en ese lugar solo cumplían con su trabajo. No era interés genuino y no existía razón alguna por la que tendría que serlo. Incluso si les dijera que no se encontraba bien, nadie se uniría a su tripulación de miseria. No estaban dispuestos a llevar la carga y, por lo tanto, no entendía por qué siempre preguntaban.

— Es otoño, momento perfecto para dejar ir o para resucitar las esperanzas —sugirió el adulto, pero él evitaba pensar en esas opciones.

A pesar del clavel, del jarrón, el escritorio y la sonrisa, Hyunjin llegaba a entender que su consulta diaria se volvía, paulatinamente, un bálsamo reconfortante. También de vez en cuando era una tortura. La gente que trabajaba en el recinto y le cuidaba era en general amable, pero eso no volvía su estadía algo cómodo, sino todo lo contrario. Inexplicable, como cuando se miraba a los ojos con el eterno idilio de la pena.

El dolor mas intenso es el que se vive por dentro, del que nadie se da cuenta, hasta cuándo es demasiado tarde. Otra realidad; sólo quien lo carga, puede ayudarse, si tan solo así lo desea.

La pierna izquierda de Hyunjin se levantaba y caía con nerviosismo, en constantes espasmos que dejaban notar sus ansias. Esperando en la estancia se preguntaba si estaba preparado para lo que la trabajadora social le diría.

Pero claro que lo estaba, se decía a sí mismo con molestia, incrédulo porque a pesar de todo, aún seguía temeroso ante la situación sin justificación alguna. Porque la verdad era que, los últimos seis meses, todos siempre estuvieron preparándolo para cuándo fuera el momento de ir a lo que llamaban casa, y formar parte de una familia, pero él ni siquiera se había dado cuenta. En realidad, había creído que se quedaría allí para siempre.

La realidad se convirtió en una triste canción que sonaba en la radio. El movimiento tenue del auto, los cristales polarizados, el murmullo de una conversación entre adultos. Hyunjin observaba al conductor con seriedad, era uno de los muchos hombres que trabajaban para sus padres, el encargado de que llegase bien con su familia.

Familia era un término desconocido. Tenía muchos lados, pero estaba seguro que debería tratarse de un vínculo saludable. Al menos eso era lo que el terapeuta decía. No obstante, no encontraba lo saludable en aquella reunión, eran demasiadas personas desde su punto de vista.

— ¿Quién es? —Había preguntado el que parecía ser el hermano mayor en toda aquella junta. El hombre de traje se mantuvo callado mientras su jefe se encargaba de decir, únicamente, lo que consideraba necesario.

— Tu nuevo hermano —le dijo. Que va, era una absoluta mentira. El joven lo observó fijamente antes de pararse delante de su padre para insistir con una simple mirada. El adulto suspiró—. Es el hijo de HyoJe, estaba perdido y lo encontraron. Va a vivir aquí, así que deben tratarlo bien.

Después de esa breve e inconsistente explicación, las dudas en vez de resolverse, aumentaron.

Hyunjin no se sentía como en casa, incluso cuando todos fueron amables y buenos desde el principio. Aunque los miembros de esa familia eran agradables, él no lograba, por más que intentara, entablar una conversación que llevase más allá de un par de palabras.

El miedo, exactamente no sabía a qué, lo perseguía. También los episodios de pánico y ansiedad fueron su cena cada noche. La habitación que era suya, su único lugar seguro. Si salía, apenas y lograría algo, nunca para bien, por lo que optó por encerrarse, evitando verles las caras más que para lo necesario.

Un año entero transcurrió en silencio, con la incógnita de su silenciosa presencia en la mansión, como si su existencia no fuera más que un fantasma que vagaba por las noches en sus pasillos, evitando cualquier contacto con los demás.

Él era el protagonista invisible de los cuentos de terror que le contaban a los niños, el habitante de quien nadie hablaba, por temor a su presencia. Pero de alguna forma llegó a tomarle cariño a la situación. Si bien nunca había conocido un ámbito familiar, el simple hecho de que ellos fueran capaces de comprender su ausencia, era suficiente para su tranquilidad. Era feliz de esa manera, le gustaba sentir que no formaba parte de ellos, pero que tampoco estaba fuera. Hyunjin creía que habían podido continuar así y ser felices a su modo, pero como siempre, algo pequeño y diminuto se colaba por su alma, fomentaba lo que jamás hubiera deseado. Pudo haber sido diferente, si tan solo... con apenas un año de su llegada, él no hubiera aparecido.

Corazón de un cuento roto (Hyunmin )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora