Capítulo 4

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Oí decir, desde muy pequeño, que más valía maña que fuerza. Vil mentira. La fuerza puede contra todo, incluso contra nosotros mismos.

La primera vez que me lo demostré tenía diez años, fue en el orfanato cuándo terminé con el fastidio que otros niños suponían para mi persona.

Ser esbelto y pequeño no iba a detenerme. Podía demostrar que la ley del más fuerte, a veces es muy cómica.

Las clases infantiles de cocina de los gemelos suponían mantener a los niños parloteando durante algunos días sobre las recetas nuevas. Félix se emocionaba, pero Jisung continuaba repitiendo vez tras vez que él deseaba aprender cosas más rebuscadas.

Una mañana de domingo los gemelos comenzaron con los preparativos de las tartaletas que debían presentar al día siguiente como examen mensual. Seungmin se ofreció a ayudarles. En el pasado la sección de postres en la programación abierta había sido su favorita por lo que creía que tenía la suficiente experiencia teórica para poder aportar su ayuda a los gemelos. Christopher le agradeció ese apoyo, aprovechando para ir al supermercado en compañía de Minho y Evie. Como Jeongin estaba en su habitación, el único ruido eran las voces de los gemelos mientras discutían por el orden de las recetas.
Seungmin disfrutaba en serio esas peculiares compañías porque se llevaba tan bien qué, al menos desde que los conocía, nunca peleaban por nada a no ser que fuera broma.

— Esto es una espuma de vainilla, será para la decoración, si lo hacen bien, seguro serán uno de los mejores trabajos del examen mensual —indicó a los niños, quienes le miraban como si fuera el heroe del siglo ante su explicación.

Ambos pequeños prepararon sus batidoras para comenzar con el quehacer, lo primero que Seungmin les indicó fue seguir la cantidad exacta de azúcar no palpable.

— ¡Lo sabía! Félix le ponía demasiada —exclamó Jisung, ofuscado, su hermano le miraba con vergüenza al haber sido expuesto de esa forma—. Ahora hazlo bien, tengo que ganarme la medalla este mes. Siempre pasa algo y alguien más la gana.

— Pero esta vez será diferente, porque Seung nos está ayudado —le garantizó Félix, intentando animar a su mayor.

La conversación hizo reír a Seungmin. Eran tantas las necesidades por cubrir de cada niño qué, la verdad, no culpaba para nada a Christopher ni a Minho por no ser capaces de suplirlas todas a cabalidad.

Una vez más indicó a los gemelos la parte de su receta a seguir, ambos parecían tan concentrados en ello que le dio la oportunidad de notar la presencia cautelosa de cierto azabache que los observaba, escondido detrás de uno de los muros.
El nerviosismo se apoderó de Seungmin al comenzar a preguntarse, cuanto tiempo llevaría Hyunjin allí, pero era una oportunidad que no podía desaprovechar. Con sumo cuidado tendió la mano en su dirección, ofreciéndole una bienvenida para que se uniera a ellos. Él se tomó largos segundos hasta poner un pie en la cocina, soltando de manera muy suave el muro, como si temiera estar en peligro.

— ¿Vas a ayudarnos, Hyunjin? —Preguntó Jisung, sin levantar la mirada de su tazón y sin dejar de mover la batidora.

El que suponía a ser su hermano mayor no respondió, solo se quedó a una distancia prudente, observando con atención.

— Si quieres, puedes intentar —sugirió Seungmin, ofreciéndole un tazón con azúcar y claras de huevo, así como una batidora.

El azabache observó fijamente las cosasbhasta que las dejó sobre el mármol y entonces él pudo tomarlas, poniendo manos a la obra sin necesitar explicaciones previas. Seungmin se mostró demasiado curioso ante la forma hábil que tenía para hacerlo, logrando alzar la mezcla con rapidez y facilidad.

Corazón de un cuento roto (Hyunmin )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora