Capítulo 20

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Teníamos tanto en común y nada a la vez. Éramos uno para el otro, pero un termino de esa magnitud no encajaba en nuestras circunstancias. El doctor Jeon era diez años mayor, y también tenía ya sus propios intereses.

Años atrás

Hyunjin no esperaba nada diferente aquella lenta y fría mañana de otoño, en los finales de sus diecisiete años. Para ese entonces habían pasado siete años desde que la desgracia tocó a su puerta y Cormac lo sacó del orfanato. Nueve meses cuando la tragedia instaló su tienda a mitad de la cabaña ante la muerte de Loren y seis meses desde que la vida decidió brindarle lo que todos llamaban otra oportunidad. Habían atrapado a Cormac, significaba que ya no estaba a su lado. El deseo poco saludable de cambiarlo todo era su agonía de cada mañana.

— ¿Como te has sentido? —Preguntó el doctor Jeon frente a él.

Los separaba un escritorio fino, un florero con un solo clavel y la sonrisa amigable del profesional. Eso, principalmente, era lo que creaba una barrera entre ellos, al menos ante la perspectiva de Hyunjin. Lo quería tanto, pero el médico había decidido crear un espacio entre ellos. Ya no había caminatas por el jardín, ni siquiera podía acercarse demasiado. El contacto físico se había reducido a nada, el Doctor Jeon estaba decidido a rechazar sus sentimientos.

— Todo ha estado bien.

Iba a gritar si alguien más le preguntaba algo como eso durante el día. Pero no podía culparlos, todos en ese lugar solo cumplían con su trabajo. No era interés genuino, lo tenía claro, además no existía razón alguna por la que tendría que serlo. Incluso si les dijera que no se encontraba bien, nadie se uniría a su tripulación de miseria. No estaban dispuestos a llevar la carga y, por lo tanto, no entendía por qué siempre preguntaban.

— Es otoño, momento perfecto para dejar ir o para resucitar las esperanzas —sugirió el adulto, pero él evitaba pensar en esas opciones.

A pesar del clavel, del jarrón, el escritorio y la sonrisa, Hyunjin llegaba a entender que su consulta diaria se volvía, paulatinamente, un bálsamo reconfortante. También de vez en cuando era una tortura sobre todo al tener que ver a Jeon sin poder quererlo como desearía. La gente que trabajaba en el recinto y le cuidaba era en general amable, pero eso no volvía su estadía algo cómodo, sino todo lo contrario. Inexplicable, como cuando se miraba a los ojos con el eterno idilio de la pena.

El dolor mas intenso es el que se vive por dentro, del que nadie se da cuenta, hasta cuándo es demasiado tarde. Otra realidad; sólo quien lo carga, puede ayudarse, si tan solo así lo desea.

La pierna izquierda de Hyunjin se levantaba y caía con nerviosismo, en constantes espasmos que dejaban notar sus ansias. Esperando en la estancia se preguntaba si estaba preparado para lo que la trabajadora social le diría.

Pero claro que lo estaba, incrédulo porque a pesar de todo, aún seguía temeroso ante la situación sin justificación alguna. Porque la verdad era que, los últimos seis meses, todos siempre estuvieron preparándolo para cuándo fuera el momento de ir a lo que llamaban casa, y formar parte de una familia, pero él ni siquiera se había dado cuenta. En realidad, había creído que se quedaría allí para siempre.

— En tres días podrás irte. En ese tiempo no tendrás que acudir a la consulta, el Doctor Jeon te ha dado de alta. Puedes aprovechar las actividades en el jardín, tu profesor de música dijo que pueden practicar con la flauta para perfeccionar tu estilo antes de que te vayas. Así podrás estudiar algo referente a ello en tu nuevo hogar.

Hyunjin no quería nada de eso, aunque de todos modos lo hizo. Le gustaba tocar la flauta, la música y la belleza de las notas, pero deseaba ver al doctor Jeon. Los tres días se consumieron de prisa, el médico no apareció en ningún momento hasta que se encontraba preparando las maletas.

Corazón de un cuento roto (Hyunmin )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora