Capítulo 3

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Esa misma noche, Seungmin se lo pasó en vela, debatiendo en si debería o no echar un vistazo en la libreta de Hyunjin. Sabía que no era correcto, pero se prometía a sí mismo que si se trataba de algo personal, lo dejaría. Podía tratarse de cualquier cosa, una libreta del colegio, un cuaderno de dibujos, quizás garabatos o simples rayones. Pero del mismo modo existía la posibilidad de que se fuese algo más íntimo.

— Sólo será un vistazo —afirmó consigo mismo, haciéndole una invitación a lo prohibido. Se sentó en la cama apoyando la espalda al respaldo, un poco de saliva por su garganta sirvió para esclarecer su mente.

La libreta tenía una apariencia sencilla; pasta blanda, forrada de terciopelo marrón y un pequeño broche de botón. Todas las que había alcanzado a mirar tenían el mismo aspecto por lo que las probabilidades de que Hyunjin en serio notase que había una menos eran muy escasas. Además había elegido una de una gran pila de las mismas, que de seguro llevaban mucho tiempo olvidadas allí.

Sus manos temblaron un poco cuando quitó el broche y abrió la libreta, dirigiendo sus pupilas a las letras de la página número uno, bastando leer las primeras líneas para darse cuenta de que había entrado, sin permiso, al planeta de Hyunjin, el lugar más tenebroso, pero al mismo tiempo, cálido del mundo. Había algo inmoral y falto de rectitud al decidir continuar con su lectura.

En ese momento yo estaba viajando sobre una nube rosa de ilusiones y sueños, pero tuve que aterrizar en la realidad cuando me di cuenta de que era un diario demasiado personal, algo a lo que había ingresado, como un planeta desconocido e inexplorado.

Dejó el diario de Hyunjin en un cajón de su buró, decidiendo que estaba apenas preparado para afrontar ese pecado llamado curiosidad. Había leído sólo algunas líneas de los escritos del chico y para ser sincero le había dejado un hueco inexplicable en el corazón. Una ansiedad por saber más, por no poder entender nada de lo que ocurría con él. Solamente podía permitirse admitir una especulación; el chico estaba muy roto, herido y quería olvidar el por qué. Pero, ¿con qué objeto?

Seungmin mientras tanto, quería descubrir la razón que él tenía para desear algo como eso y, ahí estaba otra vez, algo más que los volvía contrarios.

Permaneció un buen rato tendido en la cama, mirando el techo y tratando de sacar cualquier pensamiento de su mente, sin dejarle conciliar el sueño. Cuando creyó que podría descansar un poco la alarma sonó, anunciando el comienzo del lunes. Tocaba escuela por lo que no se permitió lamentarse por más de un minuto y se puso rápidamente de pie. La ducha del inicio del día se había convertido en una actividad que no podía durar más de veinte minutos, algo que él mismo se había impuesto por el único interés de nos desaprovechar el tiempo.

En el pasillo de las habitaciones de los niños todo era un vaivén de griterío y risas. Félix se había puesto el uniforme, mientras Jisung aún llevaba puesto el pijama y el cabello alborotado, quejándose por tener que ir al colegio.

— Seungmin —le interceptó Félix, deteniéndose frente a él, el aludido lo observó con atención—. Hoy quiero llevar una trenza, ¿puedes hacerla? —Pidió con ojitos brillosos, ofreciendo un cepillo y unas cuantas ligas al joven.

— Claro, te voy a peinar en la sala —le dijo, tomando los aditamentos. Félix sonrió contento, adelantándose para ir abajo.

Seungmin lo observó con atención, se veía muy bonito con el uniforme que era normalmente para niñas; consistía en una camisa de mangas que iba debajo de un vestido color azul profundo, acompañado de una especie de moño en el cuello. Félix era un niño muy simpático y tierno, justo como Christopher había dicho. Inspiró hondo cuando se volvió, encontrando a Jisung apoyado en el marco de su puerta, le observaba con atención.

Corazón de un cuento roto (Hyunmin )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora