Capítulo 15

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A veces, pensaba que era masoquista y que debía descansar; otras veces, también lo pensaba. Pero, bueno. Ya estaba hecho. Miré a mi alrededor y observé mi trabajo matutino. A pesar de que podría descansar un sábado por la mañana antes de irme a trabajar, la realidad era que tenía que hacer las cosas de la casa.

Había puesto, muy a mi pesar, la alarma temprano. No madrugaba tanto como en un día normal, eso era cierto, pero debía levantarme temprano si no quería vivir en una pocilga. Había terminado con el baño y era lo único que me faltaba. Lavar la ropa a mano tenía sus inconvenientes, además de dejar el servicio patas arriba. Era como ir al gimnasio gratis. Tampoco estaba tan mal.

Coloqué las cosas de limpiar en su sitio y me duché rápidamente. Debía pasar por el banco para pagar las facturas antes de que se venciera el plazo. Podía hacerlo a través del ordenador, pero prefería no dejar cabos sueltos. Nunca sabes cuándo un hacker podría estar vigilando tu red; o algo mucho peor. Me habían enseñado así, y así lo seguiría haciendo.

Me vestí y preparé mi mochila. Me aseguré de que estuviesen las ventanas cerradas y salí a paso ligero tras cerrar la puerta. Saqué mi tarjetero y revisé las identificaciones que iba a usar hoy. Nunca estaba de más asegurarse de que no iba a meter la pata. Siempre llevaba conmigo mi pequeña libreta también. Había que apuntar mis vidas y, cada identidad, tenía una. Solía evitar hablar de mis cosas para no cometer ningún posible error, pero, en ocasiones, era inevitable. Cuando eso ocurría, lo apuntaba todo.

Ahora que lo pienso... Igual mi padre tenía razón y debía dedicarme al arte dramático. Es una opción que no voy a descartar. Nunca se sabe. Bueno, lo que nunca parece que sabré hacer son los ejercicios de matemáticas. Sí, ahí seguían, burlándose de mí. Sin embargo, tenía la esperanza de acabar con lo poco que me quedaba pendiente entre cliente y cliente. Con suerte, podría librarme de todo antes del lunes. Con suerte... ¿Eso se come?

Me reí de mí mismo y paré por fin cuando llegué al cajero. Había que tomarse la vida con humor, sobre todo cuando tenías a dos señores mayores delante, y uno intentando atinar alguna tecla. Rodé los ojos y resoplé.

—Paciencia, Junghyung —me dije a mí mismo—. Te darán las uvas de fin de año, pero tienes que practicar la paciencia.

No funcionó. Tres horas más tarde... Bueno, vale. Media hora después, por fin pude hacer mis cosas. La vida funcionaba así. Cuánta más prisa tenías, más lento iba el mundo. Cuánto menos dinero tenías, más cosas había que pagar. Era una ley universal. No sé quién la había escrito, pero esperaba no cruzármelo algún día de frente. No respondería de mis actos.

Definitivamente, debía empezar a trabajar la paciencia. ¿Por qué me desesperaba tanto? Ah, sí, porque tenía cosas que hacer.

Sin más preámbulos, guardé la tarjeta, sacada legalmente, y puse rumbo al trabajo. Al menos no me quedaba tan lejos como los demás. Podía ir andado; es decir, no estaba en el quinto pino, pero sí en el tercero, más o menos.

Cuando llegué, saludé a mi compañera del turno de mañana y me fui a cambiar a la parte de atrás. Había tenido que sobornarla con dinero para que cubriese mi turno en secreto. Se puede apreciar lo cara que me había salido mi escapada tropical a Florida. Pero era buena chica. No nos conocíamos mucho, dado que solo nos veíamos para el cambio de turno, pero era amable y me había hecho el favor. Podría haberse negado incluso a cambio de dinero, así que se lo agradezco mucho.

Me coloqué la gorra y salí con el uniforme. Parecía un saco de papas, pero era la talla más pequeña que tenían. Claro, se suponía que los niños de mi edad no trabajaban.

To Mr. Jeon [KookV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora