Prólogo

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Miré el reloj de mi muñeca. Marcaba las doce y media. La junta todavía iba para largo y ya tenía un dolor de cabeza terrible.

—Yo creo que los nuevos ingresos deberían aprovecharse para la renovación de la plantilla hostelera o, al menos, una parte de ella —declaró uno de los directivos que estaba a mi lado.

—Estaría bien mejorar los exteriores, incluyendo la zona de aparcamientos.

—Eso es verdad —apoyó otro—. Hace unos días, en la sede de Florida, colapsó el parking. Una reestructuración con mejores salidas y entradas no vendría mal. Hay que estar preparados para la temporada alta.

—Podríamos darle un lavado de cara a la empresa. Empezar una dinámica innovadora y que nos haga sobresalir del mercado.

Carraspeé para llamar la atención de todos.

—Creo que ese es un buen punto. Hay que potenciar los puntos fuertes y no dejarnos dormir en las carencias. Debemos estudiar las nuevas ofertas y, sobre todo, las nuevas tecnologías en desarrollo para ofrecerle a los clientes lo último en el sector. Creo que una nueva imagen nos vendrá muy bien, además de seguir buscando puntos de apoyo que nos identifiquen como líderes.

—Tu padre no se equivocó cediéndote el trono. —Sonrió con orgullo el socio más antiguo de la compañía.

Sonreí un poco abrumado por el halago y me aclaré la garganta en un intento de disimularlo.

—Quiero que investiguéis todas las posibilidades qu...

El ruido de la puerta me interrumpió y todos desviaron la mirada, incluyéndome.

—Disculpe, señor Jeon —habló mi secretaria.

—¿Qué ocurre, Jane? —No era normal que interrumpiera las juntas y por su cara parecía que ella tampoco se esperaba hacerlo.

—¿Puede salir un momento? —preguntó con timidez.

—Si no es urg...

—Lo es. —Me miró apenada—. Es muy urgente.

Suspiré ante la petición y asentí.

—Discúlpenme —me incliné—, vuelvo enseguida.

—No te preocupes. —Sonrieron con comprensión.

Salí de la sala y Jane cerró la puerta detrás de mí.

—¿Qué es tan urgente? —pregunté desconcertado.

—Ha llegado algo para usted.

—No he pedido nada. —Fruncí el ceño.

—Pregunta por el señor Jeon.

—¿El paquete habla?

—Es mejor que lo vea usted mismo —suspiró.

Nos dirigimos hacia la planta baja, donde se encontraba la recepción, y, cuando salimos del ascensor, fruncí más el ceño. Iba a tener arrugas antes de tiempo.

—Ahí está —me indicó con la mirada también.

Cerca del mostrador, había un niño jugando con la publicidad del turismo de la zona. Antes de que pudiese pensar en el tic nervioso que me estaba dando por verlo desordenar las cosas, se le cayeron al suelo.

—No te preocupes, ya lo recojo yo —dijo mi secretaria con amabilidad—. Aquí está el señor Jeon.

El niño miró por detrás de Jane y sonrió ampliamente. Se levantó con rapidez y se acercó a mí.

—Por fin te conozco —habló con toda la confianza del mundo.

—¿Perdón? ¿Quién eres tú? —No pude evitar entrecerrar los ojos ante el desconcierto.

El mocoso se llevó las manos a la boca y se rio. Yo no había entendido el chiste al parecer.

—Me llamo Jeon Junghyung y, a partir de ahora, te encargarás de que sobreviva.

—¿Por qué iba a hacer yo eso? —Me crucé de brazos ante la insolencia del niño. ¿Para esto había interrumpido la junta?

—Porque soy tu hijo y tú eres mi padre: Jeon Jungkook.

—¿Qué...?

—Un placer conocerte, papá. —­Volvió a hacer aquel gesto tan infantil al reírse. ­

To Mr. Jeon [KookV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora