Um poco passo

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- ¡Deja tus manos quietas! – la retó Kara

- Pero Kara... amor... no creo que sea... aún tenemos que hablar de muchas cosas y... y... y tu vuelo sale en... en... - Lena sabía que por la mirada de hambre que tenía su novia no iba a convencerla, pero de todas maneras tenía que probar y hacer el mayor esfuerzo posible por no entregarse a la dulce, tierna e inocente Kara que cuando tenía a Lena desnuda enfrente de alguna forma se transformaba en una idiota, engreída y dominadora que realmente a la pelinegra no le importaba que apareciera de vez en cuando, al contario, le gustaba – Amor... por favor... - Intentó besarla para calmarla pero Kara no quiso nada de eso, alejó la cara de Lena y apretó aún más sus agarres y dejó que sus manos toquetear todo lo que ella quería abusar literalmente del cuerpo de Lena. La empresaria no hizo más que cerrar sus ojos y tratar de recordar como carajo había llegado desde estar muerta de cansancio por culpa de un incómodo hospital a haber pasado lo que restaba de la noche teniendo sexo con la mujer de su vida. La arena que aún quedaba entre sus dedos le recordó el momento crucial. La playa.

Había vuelto de la playa prácticamente entregada en los brazos de Kara, no solo por la desesperación que tenían ambas de seguir tocándose y de no poder separarse, sino también porque hacía un año casi que no había tenido relaciones y tener de vuelta el gigante miembro de la rubia dentro de ella sumado a la presión que el agua del mar había ejercido, había sido todo una hazaña. Hazaña que se duplicó cuando Lena quiso pararse y volver a su casa por su cuenta, sencillamente sus piernas se aflojaron.

La empresaria no podía culpar a Kara. Por más que la tatuadora fue tan gentil como su misma desesperación se lo permitió, Lena no pudo evitar haberse sentido virgen de nuevo. Después de la cuarta vez que le pudo seguir el ritmo a Kara, Lena solo decidió entregarse a lo que su novia quisiera hacer con ella dentro del agua. Su cuerpo, alma y mente ya estaban sobre la luna, no había nada por hacer más que gozar el placer que la tatuadora le estaba regalando.

Lo que la pelinegra nunca se esperó es que aun después de las largas horas haciendo el amor dentro del mar, aun de la caminata que Kara había tenido que hacer con Lena en sus brazos, al llegar al dormitorio el pene de Kara siguiera tan vivo y coleando como lo sintió apenas su novia se ubicó en su espalda una vez que se adentró al mar. No había otra opción, a Lena no le había quedado otra que sacar sus habilidades empresarias y negociar con su novia un par de minutos de sueño a cambio de varias sesiones posteriores de sexo desenfrenado. Minutos en los cuales Lena aprovechó para dormir mientras que Kara solo miraba los números del reloj cambiar y con sus dedos llevaba la cuenta de cuánto faltaba para volver a sentir la vagina de Lena apretando su pene.

Tantas eran las ganas de recuperar el tiempo perdido que tenía la tatuadora que apenas la alarma de Lena anunció el fin de su descanso, las manos de Kara ya estaban explorando el sexo de la pelinegra en busca de la humedad requerida. De más está decir que esa fue la única siesta que Lena pudo tomarse, y tampoco está de más recordar, que Lena negociando enfrente de un "rarón" levantado y poderoso acompañado de una tierna cara torcida, no tiene los mismos resultados que detrás de su poderosa silla de oficina. Kara ganó cada una, por no decir todas, de las batallas.

Sem soja para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora