Libreta de calificaciones

1K 72 6
                                    


Un año después

- Lena... ¿Por qué no tomas asiento y tratas de calmarte un poco? – insistió la psicóloga. Lena había entrado hace diez minutos al consultorio de la Doctora Lane y no había parado de caminar hacia un lado y hacia otro claramente ofuscada por algo, bajo la atenta mirada de la profesional. Después de que la empresaria ignorara su petición, la psicóloga se tomó su tiempo para llenar el vaso que le correspondía a Lena de agua y luego volvió a levantar la mirada para encontrar a la pelinegra dándole la espalda y mirando atentamente el maravilloso cuadro que la mujer recientemente había adquirido por una importante suma de dinero en una subasta.

- Que mal gusto – murmuró Lena lo suficientemente fuerte para que la mujer la escuchara y para después volver a iniciar una más tranquila pero aun retumbante caminata por todo el despachó de quien la atendía cada semana desde hace ya casi un año.

Lejos de sentirse ofendida por el comentario de Lena hacia la pintura, la cincuentona sonrió disimuladamente. Llevaba tiempo conociendo lo que era cada rinconcito de la mente de Lena Luthor como para molestarse por sus comentarios y para ser franca, a ella tampoco le gustaba la pintura, de hecho no la hubiera comprado si su estúpido ex esposo no hubiera pagado por ella – Lena... - intentó de nuevo.

- No es que me sorprenda el mal gusto que usted tiene por la decoración – La empresaria volvió a atacar.

La mujer no dejó de sonreír – Lena...

- Es decir, mire ese otro cuadro – señaló hacia otra de las pinturas que colgaba en la oficina. La profesional miró simplemente por darle el capricho a su paciente – Es horrendo – apuntó Lena – Y ni hablar de la escultura gigante que tiene en la entrada. Mi madre se puede llegar a morir de tan solo mirarla. Y no me quiero imaginar qué pasaría si ve el desagradable color de pintura de sus paredes – soltó un bufido de burla – Tampoco es que me extraña, todo el edificio está hecho pedazos.

La psicóloga agitó su cabeza y no evitó que una pequeña carcajada soltara de su boca – Lena ¿Te acuerdas que en la sesión que tuvimos... - la mujer giró varias páginas de su libreta para confirmar la fecha - ... aproximadamente antes de las fiestas de fin de año... hablamos y descubrimos algunos de tus mecanismos de defensa? – Lena iba a tener que reflexionar.

- ¿Qué pasa con mis "mecanismos de defensa"? – se burló la empresaria mientras seguía dándole la espalda a la mujer e inspeccionaba la biblioteca de la misma pasando su dedo para luego hacer un automático gesto de asco al encontrar bastante polvo en él.

- ¿Cuáles habíamos dicho que eran tus principales formas de defenderte cuando algo te molestaba? – preguntó la profesional al mismo tiempo que tomaba una lapicera para resaltar algo de la página que había encontrado y para anotarse ella misma que tenía que pedirle a su empleada que limpiara la biblioteca.

-¿Y usted se piensa que puedo recordar esas estupideces? – reprochó la pelinegra minimizando la tarea de la mujer.

- Yo creo que si te acuerdas de ellos. Es más, creo que ahora mismo estás usando uno de ellos ¿Te acuerdas de los dos principales y que con más frecuencia exteriorizas? – insistió. Con el paso de los años, y con su experiencia, había descubierto que siempre era bueno hacer que los pacientes se dieran cuenta por ellos mismos de sus errores.

Lena había agarró un libro y lo empezó a ojear bruscamente. La profesional esperó con paciencia para que la voz de la pelinegra saliera – La agresión era uno de ellos – no porque Lena fuera violenta con sus manos, al contrario lo era con sus palabras.

Sem soja para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora