La rarita

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Al día siguiente - en el departamento - ¡KARITA! ¡KARITA! ¡AQUÍ ESTOY! ¡VEN A MÍ! ¡VEN A MIS BRAZOS CORAZONCITO! – Alexandra entraba de golpe a su nuevo departamento con los brazos abiertos la rubia - ¡KARITA! ¡AQUÍ ESTOY! ¡VEN Y DEJAME ABRAZARTE! – lejos de cesar con el pedido de cariño, Alexandra lo aumentaba. Eran pasadas las horas del mediodía y la sala del departamento estaba llena de todas las cajas que ellas mismas habían embalado pero que una empresa se había encargado de trasladar.

- ¡ALEXANDRA! – Samantha llegaba detrás de la castaña con su mal humor de siempre, aumentado aún más, porque en sus brazos cargaba una de las cajas con "objetos importantes" que no pensaba dejar que los de la mudanza maltrataran – ¡DEJA DE LLAMAR A LA RARITA! – Protestó – Ni la conoces. Cuando veas el aspecto que tiene, no vas a querer abrazarla – afirmó dejando la caja arriba de la mesita del comedor.

- Sammy, no seas mala – la reprendió sentándose en el piso para empezar a desempacar – Tu sabes, y tu mamá ya te lo ha dicho, que por más que nosotras seamos ultra millonarias, no podemos despreciar al resto de los normales – explicó a su forma. Uno de los primeros negocios de Luthor y Arias inversiones había sido un colegio que había quedado a cargo de la bailarina. Actualmente era una de las cadenas más prestigiosas de esos estudios – Además, anoche tu misma me contaste que la persona que vive aquí tenía cara de perrito – agregó

- Si, pero te dije cara de perrito aplastado por un camión que traslada tanques de guerra Alex – la corrigió mientras trataba de llegar a la heladera de la cocina esquivando cajas.

- Pero un perrito al fin – Alexandra se quedaba con lo que quería – ¿Crees que sepa bailar Sam? Porque sino yo podría enseñarle... ¡YA SE! - ¡PLIMP! Idea – Podría hacer que fuera a una de mis clases Sam – una idea no tan buena

- No me hagas reir Alex – Samantha ya había llegado a la heladera y la estaba inspeccionando con perfección – El único baile que debe saber esa tipa, es el del cabal chino idiota ese. Y se lo debe haber aprendido de la cantidad de veces que seguramente un policía le ha ordenado que ponga sus manos al frente para poder esposarla. De paso también deberían haber llevado preso a ese tipo, por robar tanto tiempo con esa canción – No le alcanzaba el tiempo para quejarse - ¡DIOS! – El portazo de la heladera demostraba la intensidad del carácter de Samantha – Ni una cerveza tiene este cochino departamento – dijo – Apuesto a que la rarita se emborracha a las noches con alcohol de cuarta. Vamos a tener que tener la heladera con llave Alex... ¿Contaste las cajas como Lena pidió? – le preguntó a la chica con la cual mantenía una relación casual.

- Sip – Alexandra no dio más información y siguió sacando cosas.

- ¿Y? - Samantha quería un número.

- ¿Y qué? ¿Crees que a Karita le quedará bien este tutú? – La castaña alzaba un tutú rosado que parecía haber sido usado por alguno de los hipopótamos de Disney en Fantasía.

Justo cuando Samantha estaba por insistir acerca del número de cajas, Lena aparecía en la puerta junto con el jefe de la mudanza a su lado - ¿Contaron las cajas? – preguntó sin indirectas y sin mirar a sus amigas, estaba más interesada en localizar el pequeño cuerpo que no había podido sacarse de su cabeza en toda la noche.

- No te preocupes – la calmó Samantha – Al parecer la rarita no está. Estamos a salvo por ahora – agregó.

- Son 23 cajas Len – contestó la castaña más alta desde el piso.

- Están todas – dijo el hombre de la mudanza respirando tranquilo. Apenas la pelinegra intimidante le había exigido que subiera con ella, para confirmar que hubiese llegado todo lo que ellas habían empacado, se había puesto nervioso.

Sem soja para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora