Epílogo: El Futuro.

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12 años después – Oficina de Lena Zor-El Luthor

- No mamá... Mamá... mamá... ¿Puedes dejar... Madre... Mamá... ¡Lillian! – A Lena se le había terminado la paciencia. Llevaba casi media hora escuchando la aguda voz de su madre repasar cada una de las cosas que le molestaban a la mujer de su esposo, del padre de Lena. La pelinegra sabía que la relación de sus padres era perfecta y estaba llena de amor, pero muy de vez en cuando, también sabía que los dos mayores tenían etapas en las que le molestaba hasta la más pequeña y estúpida cosa de cada uno. Y eso era exactamente lo que Lena llevaba escuchando por un buen rato y lo que a pocos días de su cumpleaños no iba a aguantar más

- ¿Puedes dejarme hablar de una vez por todas? – Esperó a que su madre rebuznara y que terminará con sus comentarios de "tienes el mismo carácter de tu padre" – Me da igual si te vienes antes o en un avión distinto que papá madre. De todas maneras no voy a poder ir a buscarte... ¡No me estoy poniendo del lado de nadie mamá! Es solo que... - Lena respiró hondo tratando de calmarse, había tenido unos días terribles y no quería que su madre pagara las consecuencias, ya demasiada culpa sentía por la pobre Jess. La secretaria siempre era la primera en verla a la mañana y siempre era la primera que recibía sus desquites

– Escucha mamá – Lena había logrado calmarse un poco – Ven cuando quieras, tu y papá pueden hacer lo que quieran, pero traten de llegar para el festejo ¿Si? – Lena pudo sentir a su madre respirar con una de las técnicas que el yoga le había enseñado para llamar a la paz – Las niñas extrañan a sus abuelos y yo a mis padres, no nos vemos desde las últimas vacaciones y presiento que este cumpleaños los voy a necesitar mucho más – Para Lena era una fecha especial

- Si mamá estoy bien, solo que... ¿Qué son esos gritos? – Preguntó por las dudas, pero ya había reconocido la voz enojada de su padre a través del teléfono - ¿Por qué está gritan... - Lena se tuvo que alejar el auricular de su oído para no ser taladrada por la no dulce melodía que formaban la voz gruesa de Lionel junto con la irritante voz de su madre – Dios mío – Fue todo lo que dijo antes de colgar el teléfono. No pensaba quedarse a escuchar más.

- Ufff – Lena se sacó los lentes y miró por un buen rato la pared pintada que tenía enfrente. Todo una obra de arte que su mujer había hecho para ella – Mierda... - Lena apartó su vista del dibujo y se agarró la cabeza con sus dos manos oscureciendo su visión. No podía soportar la idea de no tener a su esposa junto a ella.

¿PUEDES CREERLO? ¿PUEDES CREERLO? ¿PUEDES MALDITAMENTE CREERLO? –

Una vez sin educación alguna, Samantha estampaba la puerta de la oficina de Lena para entrar quejándose como lo hacía usualmente.

Lena descansó su espalda sobre su cómoda silla y miró a su amiga con poco interés, su cabeza estaba en otra parte sinceramente. Samantha paseaba delante de su escritorio echando humo como si fuera un antiguo tren de leña.

Sem soja para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora