Capítulo 5

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-Ahora estás casada.

Esa era una frase que Alba no se había quitado de la mente desde que llegó a su nueva casa hacía unas horas. Se había tirado lo que quedaba de la tarde a organizar su nuevo cuarto con la ayuda de Marta.

-Oye, Alba... Que... gracias por aceptar esto. Supongo que no es fácil para ti, pero, no sé por qué, presiento que valdrá la pena - Alba sólo se limitó a asentir con la cabeza.

¿Realmente había valido la pena sacrificar su vida, su relación y su tiempo por una persona que ni siquiera era capaz de dedicarle una sonrisa? Aunque, cuando conoció a Julia en el estudio de Joan, ella era más o menos igual, pero con el paso del tiempo fueron teniendo algo de cercanía hasta que se enamoraron. No esperaba que con Natalia se fuera a repetir el mismo patrón, pero que por lo menos pudieran tener una próxima convivencia cómoda.

Todo habría sido más fácil si en el dichoso testamento no hubieran todas esas cláusulas y demás.

En cuanto terminaron de organizar el cuarto, Alba miró el vestido bien tendido sobre la cama.

-Javi es el mejor estilista que existe - comentó Marta como si le hubiese leído la mente.

-Gracias por ayudarme, señori...

-Marta - se apresuró a decir.

-Gracias por ayudarme, Marta.

-De nada, guapa. ¿Sabes? No tengo ni idea de cómo me ves, pero me encantaría que fuésemos amigas.

-Y a mí también, digo, si voy a estar seis meses aquí, a alguien tengo que llevarme en el corazón, ¿no? - ambas se echaron a reír.

-Ojalá y fuera a Natalia - la sonrisa de Alba desapareció. ¿Qué había querido decir con eso, Marta? -. Creo que es hora de irme.

-Ya. Por cierto, al final no me enseñaste el manejo de los dichosos robots de cocina.

-Es muy sencillo, Alba...

Antes de que se fuera Marta, le enseñó cómo funcionaban los electrodomésticos y Alba pudo por fin hacer la cena.

***

De camino a casa, sólo podía pensar en el vestido negro que llevaba puesto la rubia, y en cómo le quedaba de muerte.

Natalia era de carne y hueso, por lo tanto, reconocía perfectamente a una mujer atractiva. Y Alba, desde luego, lo era.

Tras la notaría se había marchado con Famous. Su amigo le había propuesto ir a celebrar con unas cuantas copas la hazaña de haber recibido ya, aunque sólo una parte, la herencia.

Durante ese encuentro, Famous le había comentado a Natalia que Alba era una chica muy atractiva y que, si se lo permitía, le encantaría tener una noche de sexo salvaje con ella. La morena le había contestado que le daba igual, pero desde luego no le daba igual. De hecho, aunque no se lo hizo saber a su amigo, el comentario le molestó. Y el simple hecho de que su amigo deseara a su esposa no le agradaba, por lo que tomó la decisión de regresar a casa.

Claro que no contaba con la sorpresa que se llevó.

La casa estaba iluminada únicamente por la luz de las velas que estaban sobre la mesa de comer. La misma estaba preparada para dos personas.

Natalia al principio pensó que Sofía lo había hecho, cosa que la sorprendió, ya que durante los siete años que estuvieron juntas nunca tuvo un detalle igual.

¿Sería una manera de pedirle perdón por haberla dejado plantada? ¿Habría venido a pedir una segunda oportunidad?

La empresaria se acercó a la mesa, todo se veía tan bien organizado.

No. No podía ser algo que tuviera que ver con Sofía, ella... simplemente no hacía esas cosas.

¿Lo habría preparado Alba? Y si sí, ¿Con qué fin?

Pensaba en tantas posibilidades pero sin acertar en ninguna.

-Buenas noches.

La empresaria se giró hacia las escaleras al escuchar la voz procedente de ésas.

Alba bajaba lentamente y a paso firme. Se había puesto de nuevo el vestido negro y los tacones.

-Ho... Hola - fue lo único que pudo decir Natalia. ¿Dónde estaban sus palabras? ¿Por qué lo único que estaba en su mente en ese momento era esa rubia sin ese vestido sobre su cama? -. ¿Qué quieres de mí? - preguntó cuando Alba llegó hasta ella.

-Nada. Sólo una noche tranquila, una noche para conocernos.

-¿Quién te dice a ti que yo quiero conocerte? - sí quería conocerla, pero en otra faceta, pensó.

-¿Por qué no cenamos, Natalia?

Alba, a pesar de su aparente seguridad y tranquilidad, se estaba muriendo de los nervios. Se apresuró a ir a sentarse, Natalia hizo lo mismo.

-¿Ya alcanzaste la inteligencia de los electrodomésticos? - preguntó Natalia.

-Se podría decir - dijo Alba riéndose.

Natalia no esperó hasta que Alba le dio un primer bocado a su pasta boloñesa para probar su plato.

-Está rico - comentó mirando fijamente algo que le llamó la atención en la cara de Alba.

-Gracias.

-Tienes los ojos de color verde - dijo casi susurrando -. ¿Cuál es el motivo de esta cena? - preguntó sacando la atención de lo que había dicho previamente. No quería que fuera evidente la atracción que sentía por ella a pesar de conocerse en tan solo pocas horas.

-Ya te lo dije, quiero que nos conozcamos para una convivencia cómoda y tranquila.

-Casi no tendrás que convivir conmigo, así que, tranquila - Natalia se levantó de su mesa y subió las escaleras.

¿A qué venía eso? Se imaginaba a Natalia de otra manera, pero jamás que fuera una maleducada.

Se quedó para terminar de cenar y luego recogió todo, apagó las velas y subió a su cuarto.

La fría mañana del sábado en Madrid siempre le había sentado mal a Alba, le había dicho a su hermana que viniera, pero ésta se había ido de fin de semana con su novio a Palma de Mallorca. Podría charlar con Marta, pero ella no se había aparecido por ahí desde la mañana y, además, con ella no había todavía la suficiente confianza como para poder soltarse.

-Una nunca está cuando se la necesita.

Sí necesitaba realmente a su hermana. Estaba acostumbrada a charlar con su hermana todos los sábados por la mañana. Eran las únicas veces que mantenían esas charlas entre hermanas. Pero esta vez no era una charla entre hermanas lo que buscaba. Quería hablar de la cena de la noche anterior, de cómo le había tratado Natalia, cómo se había sentido y cómo presentía que iba a ser su nueva vida.

Realmente necesitaba hablar con alguien, por eso decidió ir a buscar a sus amigos para de una vez contarles todo y pedir consejos.

Bien era sabido que sus amigos le reprocharían el hecho de que se hubiera casado, y de esa manera, sin decir nada y sin invitarles.

Ellos le acribillarían a preguntas, preguntas que estaba dispuesta a contestar con tal de sentirse bien y soltarlo todo con alguien.

El desayuno casi estaba ya hecho, tan solo faltaban los huevos y el café para que de una vez pudiera sentarse a la mesa y desayunar.

Claro estaba que iba a desayunar sola, porque de la morena no sabía nada.

«A mí de pequeña me enseñaron a respetar», se dijo a sí misma.

¿Tan difícil y complicada iba a ser la convivencia con Natalia Lacunza?

Asumió de una vez que sí. No se lo buscó, pero cuando llegó lo había acogido con los brazos abiertos. Sin más.

Después de preparar el desayuno, Alba se sentó en la mesa, dispuesta a devorar sus huevos fritos, pero sonó el timbre antes de que pudiera dar a penas un sólo bocado.

Caminó hacia la puerta principal limpiándose las manos en el delantal que todavía llevaba puesto.

Llegó hasta la puerta y al abrirla...

Recuperando La IlusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora