Capítulo 13

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Al cabo de una hora como acordaron, las chicas se encontraron en la sala.

-¿Lista? - preguntó Alba y Natalia asintió con la cabeza.

Salieron a la calle y Natalia quiso ir a por el coche, pero Alba le dijo que mejor ir caminando.

Se pasearon por muchas tiendas buscando adornos de Navidad. Habían tomado la decisión de no comprar un árbol.

-Ven, siéntate - le dijo Alba a Natalia en cuanto entraron a un bar -. Éste es el bar de un buen amigo mío, se llama Micky - ambas se dispusieron a sentarse pero antes Natalia se ofreció a quitarle el abrigo a la rubia en cuanto dejaron las bolsas de las compras en el suelo - gracias - dijo y ambas se sentaron.

-Es muy bonito - comentó Natalia mirando alrededor.

-Sí. Antes de entrar a trabajar en la agencia de correos estuve trabajando aquí con él.

-¿Y por qué te fuiste?

-No lo sé, supongo que quería probar cosas nuevas... no sé qué decirte realmente. ¿Y sabes qué? - negó la morena -. Me alegro de haberme ido de aquí, no te habría conocido de seguir aquí.

-Es verdad, la carta la habría traído otra persona.

-Olvida la carta - puso su mano sobre la de la morena. Con la otra mano llamó al camarero que, amablemente, se acercó.

-¿Qué les pongo? - preguntó.

-Dos cervezas - contestó la rubia.

-Y unos cacahuetes, por favor - agregó Natalia -. Y bien, conozcámonos - dijo en cuanto se alejó el camarero -. Yo soy Natalia Lacunza, presidenta y dueña de Lacunza Music, mucho gusto - estrechó su mano hacia la rubia y ésta hizo lo mismo.

-Yo soy Alba Reche, presidenta y dueña de mi vida - dijo con una sonrisa.

-Háblame de ti.

-Mi vida no es muy interesante. Yo llegué a Madrid, procedente de Valencia... Gracias - dijo en cuanto les trajeron el pedido -...a los diecisiete años con el objetivo de estudiar bellas artes, vivía en un pisito con mi tía que, al principio, me pagaba las clases. Pero ella estaba enferma de corazón y a los pocos meses se murió - dio un sorbo a su cerveza -. Entonces me vi sola en Madrid, no conocía a nadie, no tenía amigos aquí y tuve que buscarme la vida para pagar las facturas y seguir pagando mis clases, gracias a Dios no tenía que pagar la casa.

-Gracias a Dios.

-El caso es que al ser menor de edad, no tenía muchas opciones de trabajar casi en ningún lado. Una vecina nuestra me contrató para que cuidara de su hijo cuando ella estaba en el trabajo o fuera de casa. Estuve cuidando del niño y con lo que me ganaba podía pagar las facturas y comer. En cuanto cumplí los dieciocho busqué un trabajo en el que pudiera ganar un poco más y así fue como conocí a la Mari.

-¿La Mari? - preguntó Natalia.

-Sí, mi mejor amiga. Ella trabajaba en un local en el que conseguí empleo y nos hicimos amigas. No duré ahí a pesar de lo bien que cobraba.

-¿Y eso por qué? ¿Qué pasó?

-Pff...- Alba resopló y soltó una risa amarga antes de darle otro sorbo a su cerveza -. Lo que pasa cuando tienes un jefe marrano. El dueño quiso aprovecharse de mí y yo lo golpeé, al final acabé renunciando. Y así llegué a este lugar. Cuando ya llevaba un año trabajando aquí me traje a mi hermana a vivir conmigo, ya que me lo había pedido muchas veces. Y bueno... aquí conocí a Micky, Dave, Joan y...- Alba agachó la mirada y la posó en su mano junto a la de Natalia.

-Tu ex, ¿verdad? - la rubia asintió -. Baya, la verdad no sé qué decirte, esa fue... una vida dura.

-Ni tan dura, porque al final la vida te recompensa con gente maravillosa que te pone en el camino -. Ahora te toca hablarme de ti, Natalia.

-No hay nada que no sepas ya, mi vida se resume prácticamente en las dos cartas que leíste. No hay más.

-Yo estoy segura de que hay mucho más, pero bueno... No te obligaré a contarme nada.

-Es que no es que tengas que obligarme. No hay nada más. Cuando mi padre nos abandonó yo tenía ocho años, a los tres días nos enteramos de que había tenido un accidente y que había muerto. Mi madre se volvió loca, a tal extremo que tuvieron que ingresarla en una clínica. En cuanto se recuperó, o al menos eso creímos, volvió a lo mismo. No aceptaba que mi padre haya sido capaz de abandonarla ni que él estuviera muerto, y entonces me hacía culpable de la situación. Un día regresando de la escuela con mi amiga Marta, encontré a un montón de gente en casa, mi abuela estaba llorando y yo no entendí nada hasta que vi a la policía llevarse el cuerpo de mi madre en una camilla, se había volado los sesos con el arma que era de mi abuelo. Desde los diez años hasta que mi abuela me consideró preparada estuve yendo al psicólogo.

-¿Preparada para qué?

-Para leer la carta que mi madre había dejado para mí. Mi abuela me entregó la carta cuando cumplí veinte años, Sofía ya estaba en mi vida y ella... Ella me ayudó a sobrellevar todo el dolor que sentía en ese momento.

Con lo último que dijo la morena, Alba se preguntó que si Sofía había sido testigo de algo así y su hombro, ¿por qué le hizo lo mismo? Alguna razón tenía que haber.

-¿No te has puesto a pensar que tu ex a lo mejor tuvo alguna razón de peso? - ella no quería que Natalia siguiera en ese bucle de recuerdos con Sofía, pero tampoco era insensible. Cierto era que hacer esa pregunta parecía estar tratando de buscar una justificación en el acto de Sofía.

-No te he hablado de Sofía todavía, nos estamos conociendo ¿recuerdas?

-Sí, sí, claro - dijo y ambas se pusieron a reír.

Por primera vez, Alba estaba consiguiendo una secuencia de sonrisas en la morena. Y eso la encantaba.

-Qué bueno esto eh, a penas nos estamos conociendo y ya me gustas, muy bueno - dijo sonriendo la rubia y bebiendo, de golpe, de su su cerveza - ya se agotó, ¿pedimos ot...? - no pudo acabar la frase porque su mirada fue a caer en las dos personas que en ese momento habían entrado al bar.

-¿Qué pasa? - preguntó Natalia al ver su cara y después se volteó para mirar y ahí estaban acercándose Julia y un chico.

-¡Alba! Qué sorpresa verte - dijo el chico y Julia pasó de largo.

-Hola, Micky - saludó y después se levantó para ir tras su ex -. ¡Julia! Cariño, espera.

-¿Cómo te atreves a llamarme cariño, eh? - dijo notablemente enfadada.

-Tenemos que hablar.

-Ah, no me digas.

-Déjame explicarte las cosas.

-No tienes nada que explicarme, Alba. Me queda claro que en cuanto te pedí tiempo buscaste a otra persona.

-Eso no es cierto.

Natalia desde la distancia no les quitaba el ojo encima a las dos mujeres. Observaba a Alba cómo hacía lo que era un intento por querer tomarle la mano a Julia, pero ésa no se lo permitía.

¿A qué estaba jugando? Supuestamente se había enamorado de ella pero en cuanto vio a su ex corrió tras ella. ¿Seguiría enamorada? Fuere lo que fuere, ella no iba a quedarse sentada mirando la escena y optó por irse. Pagó la cuenta y salió del bar dejando las bolsas que habían traído de las compras.

No eran celos, simplemente le aburría la situación.

Recuperando La IlusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora