Capítulo 12

1K 76 4
                                    

-Buenos días.

-Dios, tengo un dolor de cabeza horrible - se quejó la morena estirándose en la cama.

-Normal, después de todo lo que bebiste ayer... Llamé a tu empresa y dije que no irías a trabajar por motivos de salud.

Natalia no se acordaba muy bien, tenía algunos recuerdos que iban y venían. Nada claro.

-Vamos, el desayuno está listo.

-Espera, Alba - la detuvo haciéndola sentarse sobre la cama - tú... ¿has cantado anoche? - preguntó un poco dubitativa y Alba sonrió.

-Sí, Natalia. He cantado anoche, y ¿sabes qué? Te comprendo, es verdad que no viví lo que tú, pero te comprendo y créeme que estoy aquí para apoyarte en todo lo que necesites.

-No necesito nada.

-Te equivocas, Natalia. Necesitas amor, mucho amor...- se levantó de la cama para quedarse de pie frente a ella por lo que tenía que decirla -. He visto el álbum y he leído las cartas que están dentro mientras dormías.

-¿Que has hecho qué? - Natalia apartó furiosa las sábanas y se bajó de la cama.

-Cálmate, Natalia - se acercó lentamente a ella -. No sé lo que sientes ni cómo te sentiste cuando...

-No te atrevas a decirlo.

-Sufres, Natalia. Anoche no me he despegado de ti. Estabas hablando en sueños.

En cuanto Alba terminó de cantar, ayudó a Natalia a llegar hasta arriba, le metió obligatoriamente a la ducha y después le puso un pijama para dormir.

En el proceso era inevitable no admirar el cuerpo y cada facción de la morena, pero en ese momento su salud y bienestar estaba por encima.

Al quedarse completamente frita Natalia, Alba le cubrió con la colcha y entonces empezó a escuchar a la morena delirando.

«Perdóname, pero no te vayas, por favor. No me dejes, no me dejes».

Aquellas palabras en sueño de Natalia despertaron de nuevo su curiosidad por ver el álbum de fotografías que guarda la morena con tanto ímpetu.

Las primeras páginas mostraban a una Natalia pequeña y muy feliz con sus padres y su abuela. A medida que iba pasando las páginas e iba descubriendo a Natalia creciendo, se dio cuenta de que en las fotos ya no aparecían sus padres, y ella ya no tenía la misma sonrisa radiante de antes.

Al final de las páginas descubrió dos cartas: una, al parecer, la había escrito el padre de Natalia para su madre. En esa carta le decía que ya había aguantado tantos años en un matrimonio falso en el que ya no se sentía nada cómodo, debido a que no estaba y nunca estuvo enamorado de ella. Les abandonó por completo.

En la otra carta, escrita por la madre de Natalia para ella, se despedía de su hija por no poder ser la madre que ella esperaba, alegando que el abandono de su padre supuso casi el declive total de su vida y que ella era una de las razones por las que se había ido. Ya nada tenía sentido. El amor de su vida se había ido, le había dejado y la palabra amor perdió el sentido y la solución para acabar con su dolor era quitándose la vida.

«Pobre Natalia», pensó Alba al terminar de leer las cartas.

Debió ser muy difícil para ella el que su padre les abandonara y su madre se quitase la vida. Y lo más impactante de todo eso es que Natalia solo tenía diez añitos.

-Ahora te entiendo más que nunca, Natalia.

-Tú no me entiendes, tú no entiendes nada. ¿A qué has vuelto? ¿A que te humille de nuevo?

Natalia, a pesar de su aparente fuerza mental, era la persona más vulnerable entre las dos.

-Ya deja de hacerte la dura y asumir de una vez que sufres, y no es precisamente por la zorra que te dejó.

-Cuidado con lo que dices.

-¿La vas a seguir defendiendo? No, Natalia. No te lo voy a permitir. Tú lo dijiste, no firmamos el contrato y yo soy tu esposa. Por lo tanto, muchas cosas van a cambiar en esta casa, por lo menos hasta que se hayan cumplido los seis meses y tenga que irme, si es que me dejas ir, claro.

-Esta es mi cas...

-Nuestra casa - la interrumpió -. Natalia, si no dejas ese pasado atrás es normal que te aferres a no creer en un maravilloso futuro. Si no empiezas a deshacerte de cosas como esas cartas, siempre tendrás el pensamiento de que nadie te quiere y todo el mundo te abandona.

-Es la verdad.

-Yo nunca te abandonaría.

-Sofía dijo lo mismo cuando se enteró y ¿dónde está ahora?

-Yo no soy Sofía, Natalia.

-Eso está por verse... Voy a desayunar - dijo y salió del cuarto.

A lo largo de la mañana todo parecía estar tranquilo, no había situaciones ni conversaciones incómodas. Alba había respetado el hecho de que la morena no quisiera hablar ni compartir con ella ningún dato de su infancia. Decidió no hacerle ninguna pregunta, al menos por ahora.

Bien sabido era que Alba no era de las que se daban por vencidas, pero tampoco era una piedra en el camino. Si algo le caracterizaba era la persistencia y perseverancia que tenía cuando quería conseguir algo. Y para ella lo primero ahora era el bienestar emocional de la morena.

«Si ella está bien todo estará bien», pensó antes de entrar al cuarto de Natalia.

-Hola...- la morena resopló nada más verla -. Gracias eh, yo también me alegro de verte - dijo con una sonrisa radiante.

-Te veo muy feliz, seguro te alegras de mi desgracia.

-No me alegro de ella, pero tampoco podemos ser dos emos. Alguien tiene que poner la sonrisa, ¿no crees? - le guiñó el ojo a la morena y consiguió robarle una sonrisa que desapareció de nuevo -. Tienes una sonrisa hermosa, Natalia - se acercó hasta la cama, donde la morena estaba sentada, y se sentó también -. No pienso hablarte de mis sentimientos, lo prometo. Eso no quiere decir que no te vaya a enamorar, claro está - dijo con tono soberbio y ambas se rieron -. Sólo quiero que estés bien - puso su mano sobre la de Natalia.

-Se nota que eres una buena persona.

-Y lo soy - presumió y volvieron a reírse.

-No quiero que pierdas tu tiempo aquí conmigo.

-No voy a perder mi tiempo, estar aquí es una decisión que tomé. Seis meses son mucho tiempo.

-Cinco meses y doce días.

-Eso. Te propongo que nos conozcamos - Natalia iba a abrir la boca para decir algo pero Alba se apresuró a contestar - como amigas. Te estoy proponiendo una amistad, Natalia, sólo eso.

-Nunca he tenido una amiga que me gusta y deseo - dijo Natalia mirando fijamente a la rubia y ésta sintió una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo por aquellas palabras.

-Bueno, esa es otra cosa con la que tendremos que lidiar - Natalia se acercó a la rubia para besarla pero ésta se levantó -...pero ahora no... Mañana es año nuevo y esta casa parece estar en tiempos de Pascua...

-¿Qué propones?

-Traer el ambiente navideño.

-¿Quieres que compremos un árbol? Yo nunca he comprado un árbol de Navidad, además, ya la Navidad pasó.

-Siempre hay una primera vez, y además, la Navidad técnicamente termina después del día de Reyes... Así que...- le tomó de la mano haciéndola levantarse - te vas a levantar, te metes a la ducha... yo iré a hacer lo mismo y nos vemos en una hora.

-Estoy de acuerdo - dijo Natalia que, antes de irse al cuarto de baño le dio un beso en los labios a la rubia, beso que recibió gustosa.

Recuperando La IlusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora