Lynette Roberts, una chica de belleza y fuerza incomparables. Su origen divino, como hija de Ares y Afrodita, la ha convertido en una diosa desterrada que vive entre los mortales sin saberlo. Percy Jackson, un semidiós problemático y aventurero, se...
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Lynette
—Mi tacón —me quejé al sentir mi zapato enterrase en la tierra que había en el letrero de Hollywood.
—¿Puedes sacarlo? —preguntó An mientras Percy leía algo.
Asentí, pero al hacer el intento, mi tacón quedó enterrado y yo sin zapato.
—Creo que no —respondí sacando mi zapato del lugar, pero para mi mala suerte, el tacón ya no estaba en su lugar.
Mi zapato se había arruinado.
—Ese tacón costaba más que este letrero, demoré mucho en conseguir el dinero —me lamenté.
—Ten, puedes ponerte esto —dijo la rubia tendiéndome unos tenis.
—No son la cosa más linda, pero combinan con mi atuendo —exclamé tomando el zapato —. Te amo, Anita, no sé que haría sin ti.
La de ojos claros me dio una sonrisa.
—Yo también te amo, Ly —contestó —. A decir verdad, somos un muy buen equipo. Se podría decir que eras la parte que me hacía falta.
Abracé a la chica, de verdad amaba a esta rubia con cerebro superdotado.
—Tú también eres una parte que me faltaba, An.
—Vamos, chicas —dijo Percy tendiendo su mano hacia mí para que la tomara y pasar por ese túnel lleno de tierra.
Odio la maldita tierra daña tacones.
—Odio este lugar —expresé mientras nos adentrábamos.
Una vez que pasamos la entrada volvió a cerrarse sobresaltándonos.
—Ay mierda —me quejé escondiéndome tras Gro mientras apretaba el brazo de mi novio.
—Bueno, ahora ya no hay vuelta atrás —dijo Grover tomando mi mano para tranquilizarme.
—No, estamos atrapados aquí —contestó Pers tomando mi otra mano.
Caminamos y nos encontramos con muchos cadáveres y cráneos, pero lo que nos llamó la atención fue el hombre con capucha parado en el barquito.
—Oye, Percy, ¿Quién es el de la capucha? —preguntó Gro.
—No lo sé —respondió mi novio sacando su espada —. Hay que averiguar.
Al acercarnos, el hombre dió vuelta a su rostro y nos preguntó quienes éramos.
—Un gusto conocerlo, señor, mi nombre es Lynette —me presenté —. Ellos son Percy, Grover y Annabeth, venimos a ver a mi tío Hades si no es mucha molestia.
—Mucho gusto, señorita Roberts, pero no pueden pasar —contestó —. Los vivos no pueden estar aquí. Mueran y luego vuelvan.
