Lynette Roberts, una chica de belleza y fuerza incomparables. Su origen divino, como hija de Ares y Afrodita, la ha convertido en una diosa desterrada que vive entre los mortales sin saberlo. Percy Jackson, un semidiós problemático y aventurero, se...
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Lynette
—¡Por mi tío Zeus! —grité mientras me sostenía del asiento del auto.
Estas señoras estaban locas.
Percy quedó en medio del auto separado, así que tuve que jalarlo al asiento junto a Tyson y a mí.
Las tres mujeres no paraban de pelear.
—¡DEJEN DE DISCUTIR Y TRATEN DE QUE NO TERMINEMOS MUERTOS O LES JURO QUE LOS DIOSES NO TENDRÁN PIEDAD CON USTEDES! —grité entre furiosa y asustada.
—Sí, mi señora —respondieron las tres para que al fin la mujer tomara el volante con mayor cautela.
De alguna manera las mujeres perdieron su ojo y Percy logró que ellas dijeran algo sobre las profecías.
—30-31-75 y 12 —dijeron las mujeres en dirección a Percy.
Aunque no entendió que dijeron, las mujeres me miraron a mí y hablaron.
—Sangre y beso.
Finalmente, las mujeres obtuvieron su ojos y pudimos llegar a salvo a un lugar que no correspondía solo porque la rubia anuncio que no teníamos dracmas suficientes.
Ahora estábamos en una cafetería mientras sacábamos más dinero.
—Ya no creo que sea bueno que estemos peleadas —me dijo la rubia mientras Gro caminaba más despacio para que lo dejemos un poco atrás y poder hablar —. Me sobrepasé y te traté mal olvidando que eres una diosa, sé que Thalia es todo para mí, pero aun así no debí de intentar lastimar a los demás, lo siento.
—Está bien, Annie, te perdono, todos nos equivocamos, pero vuelve a hacerlo y ese ojo de cíclope volverá a tu rostro —exclamé señalando sus ahora ojos normales.
La rubia rió y me abrazó fuertemente, cosa que no rechacé.
—¡Suéltame! —escuché el grito de Gro y rápidamente giré para ver que ocurría.
—¡Grover! —gritamos Annie y yo para ir a atacar al maldito de Chris y sus secuaces.
Uno de ellos lanzó un dardo con algo hacia mí, pero pude esquivarlo. Un rayo de luz iluminó todo, pero a pesar de que eso aturdió a los demás, no fue suficiente para que uno de ellos lograra su cometido y disparar el dardo a mi cuello.
No sé que tenía eso, pero todo comenzó a moverse.
—¡Grover! —grité antes de sentir como mis piernas flaqueaban.
—Todo estará bien, no dejaré que nada te pase —escuché y vi a mi hermano formando un raro campo en la que ahora veía como una habitación oscura.
La figura de mi hermano se distorsionó y caí en la inconsciencia.
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