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EL PRIMER ENCUENTRO QUE TUVIMOS

La pólvora impregnaba en mis ojos haciendo que me dolieran. 

Las armas hacían un sonido que retumbaba en mis odios, por instinto yo los cubriera con mi manos. Después de unos segundos, logre esconderme en una columna de cemento, esperando a mantenerme a salvo aunque fuera por unos segundos.  

El humo nos ahogaba a mí y a mis compañeros, esas pasamontañas nos dificultaban más la posibilidad de respirar, pero había que cubrirnos el rostro con algún objeto, no podían saber quienes éramos. 

Una voz a mis espaldas se hizo presente, era nuestro líder de grupo, él mayor. Cristopher me hacía unas señas con las manos, lo único que entendí fue que me ordeno que no saliera de donde estaba escondido, pues el humo y el ruido de las balas saliendo de las armas no me permitió entender nada más. sin pensarlo obedecí a lo poco que logre comprender de mi líder. 

Miré al resto de mis compañero y pude verlos con las armas en las manos, disparando como si su vida dependiera de ello, claramente así era, pero trataba de imaginar que estábamos practicando en el campo de tiro, eso hacía que mi corazón se calmara un poco. Jamás pensé que llegaríamos a esto, fue una sorpresa para todos y teníamos que poner en practica nuestros pocos conocimientos de armas y puntería. 

La entrega había salido mal por primera vez, en nuestra vida como narcotraficantes. 

Cuando entregamos los cuatro kilos de heroína, ellos nos dieron una bolsa negra diciendo que ahí estaba el dinero, pero al momento de abrir la bolsa estaba completamente vacía y fue ahí cuando el humo comenzó a salir y las balas igual. Todo fue tan rápido que no comprendía como seguíamos vivos. Al parecer nuestro tiempo de dormir por siempre no había llegado. Era difícil estar rodeada de alfas, no me molestaba, pero cuando se ponían en celo sus parejas, todo era muy complicado y más para los demás, vivíamos en un lugar muy pequeño para mantenernos a salvo, pero eso no evitaba que sintiéramos sus feromonas de celo. 

- ¡Cristopher son demasiados! - Grito el castaño de Jisung, un omega muy astuto con la cintura más esvelta que he visto en mi vida, la verdad es que se escuchó como un susurro, pues el sonido seguía siendo intenso delante de nosotros.

- ¡Salgan y disparen todo lo que se mueva! – Ordeno nuestro líder, un alfa muy dominante, pero cuando estaba cerca del chico que le gustaba se comportaba sumiso, como si fuera un gatito con una gran bolita de pelos para jugar.

En ese momento todos salimos y comenzamos a disparar a todo objeto o persona que se movía, no esperaba que todo terminara así, no estaba preparado para disparar, yo solía usar las armas como adorno en mi cintura, pues jamás habían sido necesarias, pero había entrenado demasiado en el campo de tiro, aunque tenía miedo, salí arrastrándome y comencé a disparar. Nada estaba bien, corríamos riesgo de que uno de nosotros siete no saliera vivos, jamás creí terminar en este mundo, nunca creí ser un narcotraficante, uno de los más buscados, pero al parecer yo no había tenido las oportunidades que tienen los demás, se que no es una justificación, pero si tan solo hubiera tenido a mis padres, creo que todo aquello sería diferente. 

- ¡Solo quedan dos Cristopher! – Esta vez, la voz del pelinegro de Changbin reboto en aquel lugar, ese chico era un alfa muy protector como yo, pero valla que tenía una gran obsesión con el pecoso del grupo. Para ser sincero me hizo sentir tranquilo escuchar que ya habíamos matado a la mayoría, talvez para algunos sonaría terrorífico, pero a mi me ocasionaba un poco de paz sabes que ya no estábamos en peligro. 

Todos nos formamos en una fila inconscientemente, teníamos nuestros ojos posados en la mira del arma, listos para apretar el gatillo y volarle la cabeza a quien se atravesara en nuestro camino o nos pusiera en peligro. 

UN NARCOTRAFICANTE ENAMORADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora