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Londres—1864


Lady Candice White Ardlay, a sus dieciocho años se consideraba una mujer afortunada, pues hasta ese momento se le había permitido disfrutar de la libertad y las maravillas de su natal Escocia, hasta que aquello cambió abruptamente, justo cuando la tan respetable reina Victoria, consciente de que su sobrina ya estaba en edad para el matrimonio, la hizo venir a Londres, con la finalidad de ser presentada en sociedad, y concertarle un buen matrimonio, con algún caballero de buena posición. Candy, apenas poner un pie, en tierras inglesas es víctima de los constantes comentarios malintencionados de las jóvenes nobles, mismas a las cuales, si no fuera por la mirada retadora de su padre, ya les habría dado su merecido. Le resultaba frustrante, tener que comportarse como una perfecta dama, callada y sumisa, portar vestidos tan pomposos y joyas tan estrafalarias. Definitivamente, ella no era así, pero de algo estaba muy segura. «No casarse nunca, y si aquello significaba ser una solterona, con gusto lo sería»

—Echo de menos Escocia — confesó Candy desanimada, soltando un gran suspiro, mientras caminaba por el majestuoso Hyde Park. Pese a que el clima era agradable y el día era hermoso, el corazón de la joven se encontraba destrozado, llevaba tan solo unas horas en tierras británicas, y ya había sido víctima de burlas y comentarios mordaces de algunas de las jóvenes que ahí se encontraban.

Para nadie era un secreto que Candy, pasara la mayor parte del tiempo conviviendo con los pueblerinos, visitando hospicios y ayudando a los menos favorecidos, incluso se había atrevido a ejercer como enfermera, aun ante las negativas de su padre, pues aquello resultaba escandaloso y vergonzoso. Una joven de su clase, rebajarse vilmente para convivir con la gente pobre y ser vista con sus vaporosos vestidos sucios, sin duda era algo inaceptable. Pero poco le importaba, pues gracias a su madre, la fallecida Duquesa de Hamilton, era que se había interesado en hacer actos de caridad. Pues si bien, Rosemary White, quien antiguamente fuera conocida por Rosemary Ardlay, no solo había sido hija del tan afamado William I duque de Montrose, miembro de una de las dinastías más influyentes de Escocia, sino que se había atrevido a estudiar medicina a escondidas de él, para después ejercer dicha profesión con orgullo, poco le importó las amenazas de ser repudiada por su padre, así como los comentarios mal intencionados de la alta sociedad. El coraje de la condesa, sin duda dejó una huella imborrable en su hija Candice, quien orgullosa seguía sus pasos.

—No te desanimes querida prima —ánimo, Archie, conde de Argyll —. Lo mejor será que te concentres en tu debut de mañana. Sin duda la gran soberana se alegrará al verte— espeto, caminando a la par de su pariente.

—Padre y ella han confabulado para que termine casándome en esta temporada. No estoy dispuesta a hacerlo —dijo con evidente molestia, echando a correr por el Hyde Park.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora