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El camino hacia el castillo de Lakewood, había sido tedioso y largo, Terry durante ese lapso de tiempo no había soltado la mano de su amada, en breves momentos le hablaba y le suplicaba que no lo abandonara. Aquel caballero orgulloso y altanero, ahora lloraba amargamente y suplicaba, para todos, aquella escena resultaba devastadora. William, quien iba sumido en un profundo silencio, no pudo evitar sentir aprecio y respeto hacia aquel caballero, si bien, era verdad que dado su origen lo había tachado de ser un vil bárbaro, pero ahora, su opinión se encontraba en tela de juicio. Era una desgracia que tuviera que pasar algo así en medio de un trágico accidente.

Ya había perdido a dos hermanos años atrás en donde un caballo les había quitado la vida, ahora no quería que la misma historia se repitiera, su sobrina era joven y tenía mucho por vivir y conocer. Definitivamente la vida no estaba siendo justa.

Apenas ingresaron a la residencia, William histérico ordenó a uno de sus sirvientes fuera por el galeno de la familia, todo era un alboroto y el ambiente era muy hostil. Una vez que Candy fue llevada a los aposentos que compartía con Terrence, las doncellas con sumo cuidado y delicadeza le colocaron un ligero camisón, Dorothy con tristeza y horror miraba a su señora inconsciente, no pudo evitar soltar unas cuantas lágrimas, ella era muy joven y buena. No era justo que su vida se acabara de una forma trágica.

Quince minutos después, el doctor Johnson llegó, William casi empujándolo lo llevó a la habitación en donde yacía su sobrina inconsciente. Stear y el duque de Grandchester se encontraban recargados en el marco de la puerta, cada uno sumido en un profundo silencio. Jonhson, ordenó a la doncella le proporcionará paños limpios y una jofaina con agua limpia, ella obedeció y corriendo fue por las cosas que le habían solicitado. Tras haberse lavado las manos, procedió a revisar a su paciente, conforme lo hacía su ceño se fruncía, aquello alarmó a la familia, quienes ya pensaban lo peor.

Terry, quien se encontraba de pie a un lado de ella, sostenía su mano suave y fría entre las suyas, aquellos ojos azules, se encontraban inundados de lágrimas, en ese preciso instante empezó a recordar la primera vez que la vio, cuando sus miradas se encontraron, su voz, sus risas, la pasión que desbordaba. Rogaba y pedía con fervor para que Dios no se la arrebatara, ya que si lo hacía su vida definitivamente no tendría sentido alguno.

—«No me dejes Candy, te prohíbo que lo hagas. Abre tus ojos, no me prives de poder admirar una vez más aquellas preciosas esmeraldas»—le rogaba internamente.

—El golpe que lady Candice se llevó en la cabeza, ha sido muy fuerte—anunció el galeno—. Es una fortuna que no haya muerto, lo que realmente me preocupa son las posibles secuelas que puedan quedarle, hemos curado su labio roto y los moretones tanto de su rostro como de su cuerpo, deben ser atendidos con ungüentos. Me temo que debe estar en observaciones, pues no solo las secuelas me preocupan, sino el estado de su embarazo.

—Emb... ella...—titubeo Terry.

—Así es milord. Perdón que sea muy directo, pero ha sido una gran barbarie que se le haya permitido participar en algo tan peligroso en su estado—reprendió el galeno—. Voy a hacer todo lo que esté en mis manos, para cuidar del pequeño que se está formando, pero necesitaremos de un gran milagro.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora