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Los primeros copos de nieve caían sobre las calles Londinenses, algunos establecimientos, ya eran decorados con pequeños árboles y muérdagos que colgaban sobre las puertas, con ello, se anunciaba, las festividades decembrinas, en las suntuosas residencias, la mayoría de las chimeneas eran encendidas para brindar calor a sus ocupantes, mientras que la gente humilde, buscaba protegerse del cruel frío que ya amenazaba.

En Grandchester House, una Candy, con seis meses de embarazo, junto con su suegro y dama de compañía, tejían bufandas y guantes, para obsequiar a la gente necesitada, era consciente de la gran necesidad de aquella pobre gente y aunque intentaba ayudar lo más que se pudiera, simplemente le resultaba imposible. ¿Pues como acabar con tanta pobreza?

Su corazón se estrujaba, al ver a los pequeños crecer en tan lamentable situación, era por ello, que, para estas festividades, había solicitado a su suegro, abrir la residencia a los visitantes, al menos el ala norte podría estar habilitada para las visitas, y, aun así, ellos seguirían manteniendo su preciada privacidad. Richard Grandchester, desde luego que no se opuso ante lo solicitud de su nuera, sino todo lo contrario, se mostró benévolo ante tan loable gesto, tanto, que instruyó a sus cocineros y personal, prepararan todo para recibir a los próximos visitantes, a los que se les obsequiaría, víveres, ropa abrigadora, algunas golosinas y juguetes para los niños, todo eso, sería entregado por ellos mismos. Era la primera vez que hacían algo así, y sin embargo, se sentía entusiasmado.

—¿Cómo va tu bordado, hija? —preguntó el duque de Grandchester, dejando su bordado a un lado y fijando su mirada en ella.

—Creo que me quedará bien—respondió, extendiendo aquel trozo de bufanda que apenas llevaba tejiendo—. Creo, que me levantare un instante, me duele la espalda—espeto, poniéndose de pie, y estirándose—. Es increíble, que mi vientre haya crecido tanto, temo que en el siguiente mes ya ni siquiera me pueda mover.

—Es normal, después de todo, un varón está creciendo en tu interior—dijo con total seguridad.

—Mi padre, asegura que será una niña.

—¡Dios misericordioso! Ese hombre, no sabe lo que dice, es muy claro que será un varón, lo digo por la forma de tu vientre, este sobresale demasiado. Y, por su bien, espero que no me decepcione—espetó, señalando el vientre de ella—. Una cuadrilla de caballos es lo que está en juego.

—Acaso, ustedes, ¿apostaron?

—Arthur, es un hombre que está acostumbrado a salirse con la suya, y desde luego que yo, no podía permitirlo. Pero, suficiente de tanta charla, aún queda demasiado hilo y bufandas por tejer—corto, retomando su bordado.

Candy, lo miró enternecida y hasta cierto punto divertida. Pues, a decir verdad, jamás imaginó que el duque fuera un hombre hogareño, algo que resultaba casi imposible de admirar en aquella época. Richard Grandchester, a donde quiera que iba, provocaba pavor, pues su cara de pocos amigos, y aquella voz ronca y varonil, pasaban desapercibidos, tenía fama de ser un hombre estricto, y despiadado, cuando de negocios se trataba, incluso, en público, jamás se le vio mostrar alguna muestra de afecto. Sin embargo, en la privacidad de su residencia y solo con sus más allegados, resultaba todo un buen conversador y hombre jocoso, y ahora, que estaba aparentemente retirado de sus deberes en el parlamento, aprovechaba para ocuparse de su invernadero, así como el de hacer algunas manualidades junto a su nuera.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora