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El clima en Londres era de lo más agradable, la brisa era fresca y los rayos del sol ya iluminaban con majestuosidad el tan imponente Hyde Park. Calesas o carruajes elegantes tirados por seis o cuatro caballos, pasaban con premura por las principales avenidas, algunas damas se reunían para ponerse al día con los chismes del momento, mientras que los más jóvenes, aprovechaban para flirtear, se apreciaba desde un ambiente familiar, hasta uno íntimo. Pero, para Candy, quien iba a bordo de una calesa junto a su primo, le resultaba de lo más desagradable, detestaba ver tanta hipocresía y opulencia, añoraba su tierra, así como a sus parientes, era claro que no encajaba en ese lugar, conforme la calesa avanzaba por el camino principal, las miradas de algunas jóvenes se posaban en ella, la miraban de arriba abajo, buscando el más mínimo detalle para criticarla, sabían de su origen, y la consideraban una salvaje, pese a que vestía diseños exclusivos de la casa Worth y joyas preciosas, sentían que ella era poco para todo aquello. Era claro, que la envidia les carcomía, Candy, era hermosa por naturaleza, de facciones delicadas y figura grácil, se podía decir que se encontraba entre los cánones más altos de belleza y perfección. Ella, intentando controlar sus impulsos por bajar y darles su merecido, solo se limitó a esbozarles una fingida sonrisa y hacer una leve inclinación, acto seguido, dirigió su mirada hacia el maravilloso paisaje que se le presentaba, necesitaba distraerse con algo, o sino... perdería los estribos y mandaría los buenos modales al Demonio.

—Te noto muy callada, ¿Te encuentras bien, Candy? —pregunto Archie con evidente preocupación.

—No encajo aquí, detesto ser el centro de comentarios malintencionados.

—No les prestes atención, es lógico que te envidian. Eres hermosa, inteligente, sin duda una mujer única—ánimo, tomando sus manos entre las suyas—. Ahora, no echemos a perder este maravilloso día. Es una fortuna, que vuestro padre, os haya permitido salir a pasear sin chaperonas.

—No me sorprende, tal vez mi tía haya tenido algo que ver—dijo sin ánimos, dirigiendo su vista hacia las personas.

—Al menos, no tendremos que soportar sermones—soltó sin más, enderezándose en su asiento.

—Deténgase por favor—solicito ella abruptamente, poniéndose de pie en el vehículo. El lacayo, detuvo de golpe la calesa, ocasionando que Archie, fuera a parar al asiento de enfrente—, ¿Qué pasa contigo? —espeto molesto, recogiendo su sombrero.

Candy, hizo caso omiso a la pregunta de su primo y sin esperar a que el lacayo le abriera la puerta y la ayudara a bajar, ella se adelanto y echo a correr en dirección a la fuente central del Hyde Park.

—Espéranos aquí por favor—solicito Archie, bajando de la calesa. Con su semblante serio, se encamino en dirección hacia ella, justo cuando estaba por reprenderla, pudo percatarse que hablaba con tanta ternura con alguien, incrédulo se paro a su lado y lo que vio a continuación le lleno de ternura. Candy, arrodillada en el pasto húmedo, intentaba secar a un niño, su aspecto era desalineado, dejando entrever su situación económica.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora