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Nunca creyó que terminaría casándose a los 18 años, a un mes de haber sido presentada en sociedad, era cierto que al finalizar la temporada se dieran a conocer los nuevos matrimonios concertados, aquellos que se celebraban con gran pompa, en donde asistían la mayoría de los nobles, pero a causa de la indiscreción de lord Leagan, su matrimonio debía ser diferente y apresurado.

Tampoco fue un secreto el motivo de su matrimonio tan precipitado, pues fue aquel mismo vil hombre que se encargó de ventilar la situación tan indecorosa, catalogado por las damas que se hacían pasar por puritanas. Si Terrence no hubiera tenido la más mínima intención de casarse con ella, habría sido retado a duelo por el duque de Hamilton, además de que la reputación de ella habría quedado manchada y sido excluida de la alta sociedad, nadie querría casarse con una dama indecente. Aunque, a decir verdad, eso era lo que menos le importaba, pues de ser ese el caso, pediría ser enclaustrada en un convento de monjas en Escocia, pero la decepción y vergüenza que les generaría tanto a su padre como a su tía la reina, era sin duda tan grande, que por un momento lo considero todo y de cierta forma agradeció no haber corrido con una mala suerte. Ya que Terrence, no era del todo un tirano, mujeriego, era decente y respetuoso, además de ser muy apuesto y varonil.

A quién quería engañar, estaba perdidamente enamorada de él, pero seguía negándose a aceptarlo, solo rogaba a Dios Padre, la bendijera en su matrimonio y que lograra ser feliz, no quería correr con la misma suerte que sus antepasados, pues ellos habían tenido matrimonios muy desdichados y con finales lejos de ser felices.

Las siguientes dos semanas previas a los preparativos del enlace. Candy, ni siquiera se había dignado a prestar atención a los detalles de su boda, su tía Victoria, junto con sus damas de compañía decidían por ella, era la primera vez en mucho tiempo que se veía a la soberana feliz, y de vez en vez contando anécdotas posteriores al día de su enlace con su amado Alberto.

Como ya era costumbre, según el protocolo en la alta sociedad, Terrence cada día visitaba a su amada y futura esposa en el castillo Dover, rara vez salían a caminar por el Hyde Park, ya que Candy detestaba ser el centro de atención de todas las jóvenes que al verla cuchicheaban y la consideraban la vergüenza de la alta sociedad, se alegrarían si ella fuera humillada y menospreciada por su esposo, claro una vez que estuvieran casados.

Pues era normal que los caballeros una vez casados, dejaran a sus esposas lo suficientemente lejos, para que ellos tuvieran la libertad de tener infinidad de amantes que los complacieran en el arte amatorio, otros tenían el descaro de llevarse a sus amantes a vivir cerca de ellos, total, por ser hombres la infidelidad no estaba para nada mal visto, en cambio sí una mujer cometía alguna infidelidad eran castigadas de la peor manera, eso incluía hasta la propia muerte.

Terrence durante sus constantes visitas a su prometida, siempre llevaba consigo algún presente, esto con el fin de hacerle saber lo mucho que le atraía y que sus intenciones eran realmente honorables, eran raras las ocasiones en las que conversaban sobre temas profundos en donde ambos coincidían, otras solo se limitaban a caminar por los jardines del imponente castillo Dover sumidos en un profundo silencio. Él, desde luego no se daba por vencido en su lucha por conquistarla, al contrario, los desplantes y la frialdad de ella solo le servían para alentarlo y seguir adelante con su propósito.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora