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Candy, pudo pasar una navidad maravillosa en donde se vio rodeada de sus seres queridos y eso se lo debía a Terry, ya que, si él no hubiera enviado aquella invitación a Escocia, definitivamente el duque de Montrose nunca hubiera vuelto a pisar tierras británicas una vez más. En Inglaterra, poco a poco la nieve iba desapareciendo, y el frío empezaba a apaciguarse, un año que iniciaba, uno que prometía cosas maravillosas a los Grandchester, pues, haciendo cuentas, aquel pequeño ser que se estaba formando en el vientre de Candy, llegaría al mundo a principios de febrero y todos se encontraban expectantes con el sexo de ese ser.

Como se había predicho, William junto con los suyos, tras haber iniciado el nuevo año, regresaron a su tierra amada, esto con la intención de acondicionar todo para la llegada de su sobrina, junto con su familia, pues, ella daría a luz en el castillo de Lakewood y no en Grandchester House, como se había pensado. Para mala fortuna de Terry, él tendría que estar yendo y viniendo de Inglaterra a Escocia y viceversa, pues sus asuntos en el parlamento así lo requerían, se sentía frustrado, pues sus planes de pasar lo que restaba del embarazo con su esposa se habían estropeado, para Candy, tampoco era diferente, pues al saberse distanciada de su esposo, causaban estragos en sus estados de ánimo, no quería estar separada de él, y aunque a último momento intentó posponer su viaje a Escocia, él no se lo permitió. Sabía lo mucho que ella deseaba que su primogénito o primogénita naciera en aquellas maravillosas tierras, y definitivamente no sería el causante de que aquella ilusión se viera interrumpida, haciendo un gran esfuerzo sobrehumano, tranquilizó a su bella esposa y le hizo saber la manera en que acomodaría sus horarios a modo de que pudiera pasar tiempo con ella, pero sobre todo para poder estar presente en el parto.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Kathleen con preocupación, sentándose en la pequeña banca—. Te noto extraña.

—Echo mucho de menos a Terry—respondió con voz afligida—. No soporto estar lejos de él.

— Desgraciadamente sus deberes se lo han impedido, pero no tienes por qué estar así, lo verás en tres días y vaya que el tiempo pasa muy rápido—reconforto, tomando sus manos entre las suyas—. Además, cuando regrese, se podrán demostrar lo mucho que se han echado de menos—soltó con picardía.

—Tía! —exclamó poniéndose roja.

—No hay nada de qué avergonzarse, en un matrimonio es de lo más natural.

—Eres incorregible.

—Por eso vuestra majestad no me soporta.

—Eso no es verdad. Estoy segura de que te tiene aprecio.

—Lo dudo, y más ahora, que, durante nuestra visita a Londres, ni siquiera fuimos a palacio a visitarla.

—No entiendo a tío William, ¿Por qué la odia tanto?

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora