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Terrence y Candy paseaban por uno de los maravillosos jardines de Grandchester House, conforme lo hacían, él, la miraba embelesado, y cada que podía, le robaba besos fugaces

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Terrence y Candy paseaban por uno de los maravillosos jardines de Grandchester House, conforme lo hacían, él, la miraba embelesado, y cada que podía, le robaba besos fugaces. Nada podía ser más perfecto, el clima incluso era sumamente adecuado, el sol estaba en su máximo esplendor, la brisa era fresca y a la distancia se escuchaba el trinar de los pájaros. Terry, adoraba pasar tiempo de calidad con su esposa, y ahora en su estado de buena esperanza, lo encontraba a su alrededor y conforme caminaban saludaban a los empleados, con amabilidad y una cálida sonrisa.

Candy, no dejaba de pensar en lo que le había dicho a su tía Victoria, el día anterior de su visita en palacio, deseaba dar a luz en Escocia, y desde luego conocía a la perfección los riesgos del parto, de ese último asunto quería conversar con su marido, pero temía por la reacción que fuera a tener, pues entendía que no iba a ser un tema fácil de abordar y mucho menos de asimilar. No quería arruinar este maravilloso momento, pero tampoco podía seguirlo postergando, así que, tras tomar el valor suficiente y soltar un gran suspiro, se detuvo de golpe, haciendo con esto que Terry, también se detuviera, y que la mirase con preocupación.

—¿Te encuentras bien, My lives? —preguntó con preocupación. El simple hecho de que su mujer se sintiera mal o peor aún, que le ocurriera algo, le causaba demasiado temor, rezaba noche y día para que tanto ella como aquel pequeño ser que crecía en su vientre, estuvieran bien, por ello, siempre estaba alerta ante cualquier mínimo gesto o acción—Lo mejor será que nos sentemos—indicó, guiándola hasta una de las bancas cercanas, en donde la ayudó a sentarse.

—Estoy bien Terry, no debes preocuparte—hablo, intentando sonar serena. Adoraba ver lo sobreprotector que era su marido, pero sentía que en algunas ocasiones exageraba.

—¿Que no debo preocuparme, dices? —cuestiono con ironía—. Claro, que mi esposa esté embarazada, no debe preocuparme. Como si fuera cualquier cosa.

—Sabes que dar a luz, es algo riesgoso, ¿verdad?

—En efecto, no soy ignorante. Es por ello, que te asistirá el doctor Martí.

—Me gustaría que fuera mi médico familiar y poder dar a luz en Escocia—dijo por fin.

—Bien, podríamos, mandar a traer a tu médico de cabecera, pero de ahí a dejarte viajar, es una locura, y no estoy dispuesto a ceder, no los pondré en riesgo.

—Me he sentido bien, el riesgo ya pasó. Para mí es importante tener a mi hijo en Escocia.

—No olvides que también es mi hijo Candice, y como tal, tengo derecho a decidir.

—Eres un egoísta, canalla—espeto con molestia.

—Esta vez no voy a ceder, si quieres hacerme parecer el villano del cuento. ¡Adelante!

—Nunca te he pedido nada, y si no me dejas...

—¿Qué? —interrumpió él—. No me vengas con amenazas, pues jamás te he prohibido nada. Tú mejor que nadie, sabe, que desde que nos casamos, incluso antes, siempre te complací en todo, no ha habido otra cosa, que procurara más que complacer tus deseos y caprichos.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora