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Por culpa de lord Grandchester, Candice no había logrado conciliar el sueño. Estaba a punto de casarse, a punto de perder su tan amada libertad. Su padre había regresado victorioso al castillo Dover, pues junto con el duque de Grandchester, habían logrado concertar un muy ventajoso matrimonio. Ahora ella, se encontraba en su habitación siendo arreglada por sus doncellas para recibir al que sería su futuro esposo, quien vendría acompañado de su padre, con la intención de formalizar el matrimonio.

—Dejadnos solos—ordenó el conde de Argyll, de forma seria, ingresando a los aposentos de su prima.

Ambas doncellas, hicieron una leve inclinación para luego retirarse. Archie, compadeciéndose de Candice, la abrazó fuertemente y le dedicó palabras de consuelo. Sabía el dolor que ella estaba sintiendo, pues una vez que ella se casará, jamás volvería a su querida Irlanda, ahora tendría que vivir recluida en una jaula de oro y prepararse para fungir en un futuro su papel como duquesa.

—Siento mucho por lo que estás pasando. Pero estoy convencido de que serás feliz. Terrence te dará buen trato y yo te juro solemnemente que te escribiré asiduamente.

—Te voy a echar mucho de menos, a ti y a Escocia. Intento ser valiente y fuerte ... pero no puedo, siento un gran temor a ser desdichada en este matrimonio.

—No vayas a llorar. No dejes que vuestro padre te vea así. Eres fuerte, no olvides que eres una Ardlay, una guerrera. Ahora... Muestra tu mejor sonrisa, puesto que lord Terrence y su padre, deben de estar por llegar.

El carruaje de los Grandchester aparco en la imponente entrada del castillo Dover, el gran duque con aquel porte gallardo y su semblante de arrogancia fue el primero en descender, en su mano derecha sostenía su bastón, y apresuraba a su vástago a descender. Con el debido protocolo fueron anunciados por uno de los sirvientes, el duque de Hamilton, quien se encontraba en su espera, los recibió con gran beneplácito.

—Mi hijo desea conversar a solas con vuestra hija, excelencia. ¿Será posible que os conceda alguna sala?

—La biblioteca será la apropiada—respondió el duque—. Por favor, milord, sígame—indicó, cediendo el paso a dicha estancia.

—hijo, quiero que os comportéis como el caballero que sois—advirtió el duque.

Terrence solo hizo un leve asentimiento de cabeza y se dejó guiar por el que sería su suegro. Una vez en la biblioteca, el conde se excusó para ir en busca de su hija, dejando solo al apuesto caballero, quien se dedicó a observar cada detalle de dicha estancia, hasta que sus ojos se posaron en un gran retrato que se encontraba colgado arriba de la chimenea. En el se mostraba una Candice de escasos 14 años, quien sonriente sostenía un pequeño conejo blanco, sus ojos verdes destellaban un gran brillo, no pudo evitar acariciar el retrato y sonreír ante la posibilidad de que sus hijos heredasen la belleza de ella. Amaba a esa mujer, desde el primer instante en que la vio, y se juró que haría hasta lo imposible porque ella lo llegara a amar, estaba tan perdido en sus pensamientos hasta que un aroma a agua de rosas y una voz dulce lo hicieron volver a la realidad.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora