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Candy, asistió a la mayoría de los eventos sociales, ya que no tenía opción alguna de declinar las invitaciones que sus anfitrionas amablemente le enviaban, aunque era consciente de la hipocresía de estas, desde luego que Terry la acompañaba, en dichas veladas, él se mostraba como el esposo atento y respetuoso, aquel que se desvivía en atenciones por su esposa, haciendo que algunos caballeros dudaran de su hombría, al demostrar su debilidad ante una simple mujer.

Al finalizar la velada y regresar a Grandchester House, Terry despedía a Candy con un casto e inocente beso en la frente, para acto seguido permitir que ella ingresara a la habitación conjunta a la suya. Internamente luchaba contra él mismo para no hacerla suya nuevamente, la amaba era verdad, pero tampoco quería presionarla y menos ahora que sentía que su relación estaba mejorando.

Para Candy las cosas no resultaban del todo sencillas, pues deseaba que Terry la hiciera una vez más suya, anhelaba sentirlo dentro de ella, sentir las caricias que aquellas fuertes manos le prodigaban a su cuerpo, añoraba sus besos apasionados, pero no podía darse el lujo de demostrar debilidad, no ahora, que se encontraba confundida con respecto a sus verdaderos sentimientos.

—Lady Grandchester, lord Grandchester la espera en su oficina—anunció Dorothy su doncella.

—Muchas gracias, en un momento me reuniré con él—respondió amablemente, para acto seguido pellizcarse las mejillas y alisarse su vestido, aunque no lo quería admitir, deseaba verse bonita para su esposo. Tras haberse mirado en el enorme espejo de su habitación, entusiasta fue a su encuentro. Parada ante aquella imponente puerta, dejó salir un gran suspiro y esperó unos segundos para después tocar, la voz potente de Terry le indico que pasara, y así lo hizo ella. Por dentro era un completo manojo de nervios y su corazón empezaba a acelerarse, al ver a aquel hombre tan apuesto sentado tras de su escritorio leyendo una carta.

—¿Deseaba verme, milord? —habló por fin.

—Así es Candy, toma asiento por favor—pidió, señalando la silla que se encontraba frente al escritorio—. En el baile que ofreció vuestra majestad, di mi palabra de que te apoyaría en cada uno de tus proyectos—dijo, haciendo a un lado la carta, para mirarla a los ojos—. Mi secretario me ha informado que necesitan ayuda en el hospital St. James, a decir verdad, no se dan abasto con el personal, tanto que algunas damas de sociedad han ido como voluntarias para ayudar. Soy consciente de que tienes cierto conocimiento en la medicina, por lady Rosemary, así que estuve considerando que lo correcto sería que tú también fueras a ayudar. Desde luego que yo donaría una cantidad muy significativa.

—¿Esta...está hablando enserio, milord?

—Por supuesto Candy.

—Dios Padre lo bendiga, milord—dijo entusiasmada y corriendo se abalanzó a abrazarlo y besarlo—. Lo... lamento, yo...

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora