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Grandchester House—12:00pm


Terry despertó con un fuerte dolor de cabeza, sus ojos le pesaban. Como pudo se incorporó en la cama, adolorido, se miró así mismo con la ropa de la noche anterior y por un segundo no logro entender lo sucedido. Hasta que unas imágenes pasaron por su cabeza, se recordó besando y acariciando a su esposa, justo cuando estaba por hacerla suya, ella le había ofrecido una copa de oporto y después de ahí, todo se nublo y ya no recordó nada más. Con pesar se levantó y caminó hasta la mesita de noche de donde tomó aquel vaso del cual había bebido y pudo notar unas gotas rojizas tiradas alrededor de este,

¿Qué clase de licor le había dado su flamante esposa? En su vida le había dolido tanto la cabeza, sentía que estaba por estallarle, miró su reloj y tal cual temía, este marcaba exactamente doce del mediodía. Llamó a su ayuda de cámara para que lo ayudara a alistarse, definitivamente tenía que hablar muy seriamente con su esposa. Esa mujer era un peligro.

Una vez que quedó presentable, aun con el insoportable dolor de cabeza y con los labios secos, salió al balcón y pudo vislumbrar a su encantadora e inocente esposa sentada en el césped leyendo un libro.

«Hija del Diablo»—pensó Terrence para sí mismo, ya la haría pagar caro. Salió de la habitación, intentando mantener la calma y no reclamarle por haberlo drogado con sabrá Dios padre que menjurje. Con paso decidido se acercó hasta su bella esposa. Se veía tan inocente, incapaz de hacer algo malo—. ¡Candice! —gritó furioso, haciendo que los sirvientes que se encontraban cerca lo miraran con pavor.

—Buenas tardes querido esposo—respondió ella, ignorando el enfado de él. pues si creía que gritándole la iba a asustar, estaba muy equivocado—. Por lo visto ha pasado usted una muy terrible noche.

—¿Qué menjurje me diste anoche?

—No entiendo de qué me está hablando, milord—respondió con inocencia, dejando su libro a un lado.

—No estoy para juegos tontos Candice—advirtió, alzándola bruscamente de los brazos.

—Ya le he dicho, milord, que no se de lo que me está hablando. Ahora por favor suélteme.

—Te lo advierto Candice o si no...

—¿Me golpeara? —lo interrumpió—. ¡Atrévase a ponerme una mano encima, cretino! —lo reto, mirándolo a los ojos, en ellos no se veía ningún signo de temor, al contrario, estos brillaban de coraje.

— ¡Dios misericordioso! — qué sandeces estás diciendo. En mi vida me atrevería a ponerle una mano encima a alguna mujer. Eres la mismísima hija del Diablo. No llevamos ni una semana de casados y ya no sé qué hacer contigo.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora