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Candy no recordaba haberse sentido peor en toda su vida, colgando sobre el borde de la cama, vomitaba en la bacinilla. Dorothy, al oírla, se apresuró a entrar en el dormitorio. La escena que se presentó ante sus ojos la hizo detenerse en seco.

—Está preñada—afirmó ella, con su tono franco.

—Por favor. No digas nada aun—dijo con dificultad, tratando de enderezarse—. Llevo dos semanas con náuseas, pero... no le di mucha importancia—finalizó, limpiándose la cara con algunos paños húmedos que la doncella le había acercado.

—Mi señora, Lord Grandchester debe saberlo.

—No quiero ilusionarlo con simples sospechas.

—Estas no son sospechas, si lleva una semana con náuseas, ¿ha reglado?

Ante aquella pregunta formulada por la doncella, Candy cayó en la cuenta de que ya llevaba varios días de retraso. Tal vez no fueran simples sospechas después de todo y realmente estuviera embarazada.

—¿En dónde está mi esposo?

—El señor ha salido a cabalgar con el duque de Hamilton y el duque de Grandchester.

—¿Se fueron sin mí? —cuestionó incrédula.

—No quería despertarla tan temprano.

—Por favor, prepárame mi baño. No quiero que Terry me vea en un estado deplorable.

—Enseguida mi señora—asintió y se dirigió al baño.

—Y, Dorothy, te suplico no comentes con nadie lo que acabas de presenciar.

—Como usted ordene.

Candy instintivamente posó sus manos en su aun plano vientre y sonrió ante aquella posibilidad. Un hijo, un hijo, producto del gran amor que Terrence y ella se tenían. Deseaba poder compartir aquella feliz noticia con todos sus parientes, pero no quería ilusionarlos, ni ilusionarse ella misma, pues era consciente que su madre había sufrido varios abortos antes de estarlo de ella y eso realmente le preocupaba. Esperaría un poco más.

Tras haber sido aseada y arreglada con ayuda de su doncella, bajó a reunirse con sus primas y tíos en el comedor, quienes apenas la vieron ingresar se pusieron de pie y la saludaron alegremente. Ella al ver el tocino, no pudo evitar sentir nauseas, no soportaba el olor que este despedía, aun cuando fuera un olor delicioso, solo atinó a cubrirse la nariz con su servilleta y pedir que lo retiraran de su vista, ante aquella acción, dejó a todos sorprendidos.

—¿Estás bien querida?—preguntó Kathleen con evidente preocupación.

—Si, es solo que esta mañana he amanecido algo indispuesta.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora