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Enfundada en un primoroso vestido confeccionado con muselina color salmón, con el cabello perfectamente recogido en un rodete y luciendo una espléndida gargantilla con incrustaciones de pequeños diamantes, Candy se miraba en el espejo, su apariencia recatada y de mujer casada le satisfacía, no podía dejar de admirar su dedo anular de la mano izquierda, pues en el se encontraba aquel sagrado símbolo de que ella, ya le pertenecía a un hombre y vaya que no a uno cualquiera. Ella era de Terrence y él, era de ella, eso le gustaba creer.

Aquella mañana visitó el hospital St. James, en compañía de su flamante esposo y suegro, el poco personal que se encontraba ahí, los recibió afectivamente, sobre todo a ella, quien no tardó en congeniar con el médico en jefe, un hombre de tan solo 55 años, miembro de la clase media. Su porte serio y estricto por un momento amedrento a Candy, pero al conversar sobre los recientes avances en la medicina, pudo descubrir que se trataba de un hombre no sólo inteligente sino también de buen corazón y demasiado benévolo.

Las damas pertenecientes a la alta sociedad, la miraban con desprecio, no era para nadie un secreto que la odiaban por haber engatusado al hombre más deseado y codiciado de todo Londres. No soportaban la manera en la que él la miraba y le hablaba. Parecía enamorado de ella, rogaban internamente que solo fueran apariencias y que él la abandonara en su espléndida residencia para marcharse con alguna amante. Aquella mujer insípida y salvaje sería la comidilla de toda la sociedad londinense.

Mientras tanto para Candy no pasaba desapercibida cada una de las miradas que le dedicaban, ni mucho menos los cuchicheos de aquellas arpías, como solía llamarlas internamente. Era consciente que la consideraban una salvaje, pero lejos de ofenderla o lastimarla, la hacían sentir orgullosa de su origen. Si bien, ella era miembro de una de las dinastías más importantes de Escocia, sus antepasados, todos habían sido personajes peculiares e importantes, incluso estaba emparentada con la famosísima y singular Grace O'Malley, aquella mujer que era tan conocida como la reina pirata, una mujer que había luchado por su nación y enfrentado a la mismísima reina Isabel I, saliendo victoriosa.

—¿Qué le ha parecido el hospital, milady?—preguntó el jefe en médico.

—Es una construcción grande, pero necesita estar mejor equipada, no se cuentan con las camas necesarias, y debe estar mejor ventilada. Será un trabajo muy arduo, pero confío en que muy pronto podamos implementar lo necesario.

—Por esa parte no hay de qué preocuparse, pues me ocuparé de la mayoría de los gastos—intervino Terry.

—Es usted un hombre muy generoso, milord—alabó el médico—. Estoy muy agradecido de contar con su apoyo, lady Grandchester, sin duda usted será de gran ayuda para este hospital.

—Yo soy la que está muy agradecida con usted doctor Martí, gracias por permitirme colaborar, daré lo mejor de mi para poder ayudar a toda la gente del pueblo.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora