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Tres días de viaje, dos carruajes con el escudo de la dinastía Grandchester y con veinte escoltas custodiándolos, finalmente pisaban las tierras altas de Escocia

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Tres días de viaje, dos carruajes con el escudo de la dinastía Grandchester y con veinte escoltas custodiándolos, finalmente pisaban las tierras altas de Escocia.

Candy miraba embelesada los preciosos parajes, aquellos que se encontraban verdes, debido a las constantes lluvias que habían caído. Empezaba a reconocer los caminos y su corazón ya latía con furia, estaba a pocos kilómetros de llegar al condado de Montrose. Casi juraba que nunca más volvería a su amada nación. Sin embargo, después de dos meses de haber contraído nupcias, regresaba, pero ahora lo hacía acompañada de su esposo y suegro.

—¿Estás emocionada, my lives? —preguntó Terry, tomando delicadamente la mano de ella y posando un cálido beso en su dorso.

—Me parece todavía un sueño—confesó con alegría—. Agradezco que me hayas permitido regresar.

—Eres mi esposa, más no mi cautiva. Tu felicidad, es también la mía.

—Aun así, te lo agradezco.

Tras unos minutos más de camino, los visitantes finalmente llegaron a su destino. Escocia se distinguía por sus llanuras verdes, el clima cálido, su cielo tan azul, y las aguas cristalinas que poseían los lagos. Sin duda un bello paisaje, que enamoraba a los visitantes.

La gente nativa de ahí era cálida, alegre y hospitalaria. Los carruajes se detuvieron en la entrada del imponente castillo Lakewood, misma que era custodiada por dos leones de piedra, la pesada puerta de madera fue abierta, dejando ver al temido duque de Montrose, quien estaba acompañado por su sobrino y hermanas. Él, con el ceño fruncido miró a los caballeros británicos, los odiaba con todo su ser, así que, sin la menor cortesía, los ignoró y se dirigió a su sobrina predilecta.

—Mi joya—dijo con gran alegría el gran—. Os he echado mucho de menos. Pero mírate, estas realmente hermosa—alabo y acto seguido la abrazo fuertemente, como si su vida dependiera de ello.

—Querido tío, yo también te he echado de menos. Me alegra ver que te encuentras bien.

—Candice, te ves radiante—alabo Archie, quien no tardó en levantarla en vilo y hacerla girar por el aire. Se encontraba feliz de tener de vuelta en casa a su pariente.

—Es un placer conocerlo excelencia—dijo Terrence con sinceridad.

William, solo se limitó a mirarlo con desconfianza—. Ustedes deben ser, el duque de Grandchester y el conde de Matlock—recalcó, refiriéndose a los dos caballeros que se encontraban atrás.

—Es un placer conocerlo, excelencia—saludo Richard, intentando sonar educado.

—Querida Candy—dijeron ambas mujeres al unísono, interrumpiendo aquel momento incómodo y corrieron a abrazarla—. El matrimonio te ha sentado de maravilla.

Una Duquesa Rebelde (Terryfic)  Ya en físico por Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora