XXXVII

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Capítulo dedicado a lilo9504 
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P.D.  Sigo esperando con ansias, azul. ♥️♥️


Kendrick

No quería pensar en ella. Me enervaba el hecho de que ni a mis putos clubs pudiera entrar sin imaginarla. En el Royal, casi podía verla ahí sentada en la mesa del centro, escudriñando hasta el más mínimo detalle del lugar, como el día en que la conocí; y en el Kë, no paraba de recordar ese brillo de excitación que hubo en sus ojos, cuando entró por primera vez a la sala de cristal.

De este último, la habitación privada que habíamos utilizado aquella noche, esa en la que todo se fue al carajo, continuaba intacta y cerrada bajo orden estricta. Los primeros días me había resultado tan difícil desprenderme de ella, que prefería pasar la noche en ese bar, ahogándome hasta el culo en alcohol, para terminar la noche e iniciar el día encerrado en esa habitación. Las sábanas todavía guardaron su perfume por unos cuantos días. Me embriagaba en él, aferrándome al recuerdo, como si fuera lo último iba a obtener de ella.

Estaba mal. Lo sé. Estaba jodido de la cabeza. Estaba enamorado...

Amor. Un sentimiento con significado tan profundo y abstracto al que es más fácil definir con acciones que con palabras. Aunque esas acciones a veces parezca todo lo contrario. Mucha gente piensa que el amar a otra persona concluye en permanecer juntos y ser felices, pero ¿Qué pasa cuando el permanecer juntos significa peligro para uno u otro? ¿Qué haces cuándo eres consciente de que la mierdas que arrastras poco comienza a alcanzarte y sabes que va a arrasar con todo a su paso? ¿Cómo proteges a la persona que amas de todo eso?

La mejor prueba de que esa mierda me había alcanzado fue justo el momento en el que Milena preguntó por Astrid. En ese instante, su imagen se había dibujado en mi mente; con la frente arrugada, los ojos color olivo, oscurecidos y sus brazos cruzados sobre el pecho como cada vez que se enfadaba. Me reclamaba el tener a Milena y haberlos dejado a ellos sin nada. Porque algo era seguro, aunque no lo pareciera, esa maldita noche no sólo le había arrancado la vida a Astrid.

Era jodido creer que justo aquel amargo momento que había marcado mi vida, que atormentaba mi conciencia y que significaba una enorme carga en mis hombros, era el mismo que volvía a hundirme y no me permitía salir de ese puto pozo oscuro en el que había caído. Era como si se aferrara a mí, manteniéndome estancado en el pasado, recordándome que si yo le había robado la felicidad a otros, no merecía menos que estar solo.

Así que, sí, por eso había preferido tomar una decisión rápida y cobarde.

Los remordimientos y ese sentimiento asqueroso de que aún no era capaz de perdonarme a mí mismo, no me permitieron plantearme las cosas si quiera, y elegí el camino más obvio para mí. Alejarme de ella. Alejarla de tener que lidiar con mis demonios, alejarla del peligro que podía significar entrar más profundo en mi mundo.

Tras esos primeros quince días en los que no había hecho más que martirizarme con el recuerdo de su piel; de sus labios; de su mirada, que me gritaba todo y a la vez nada; decidí que era tiempo de ponerle fin. Ya había lidiado una vez con una situación similar. Ya me había hundido en la miseria tras la pérdida de alguien importante, tras haber dañado y destruído a quienes más amaba, y aún así, continuaba en pie. Fragmentado, pero en pie.

Los días posteriores me resultaron tediosos. Prefería enfrascarme en el trabajo, para así poder mantener mi mente y otra cosa, lo más relajadas posibles.No quería darme espacio para pensar en nada más.

El mentor © #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora