XI

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Milena

La reunión con la tal Tessa estaba siendo, por demás, tediosa. Llevábamos encerrados en la sala de juntas, al menos una hora, ¡Una hora para una maldita presentación de quince minutos! Era una puta pesadilla.

Había hecho un resumen de lo que llevábamos trabajado en la consultora hasta el momento, y el eje que seguiría nuestra propuesta. Los Colleman y O'Neal, quien se nos había unido hace un rato, estaban encantados con las ideas; sin embargo, Maxwell se había encargado de desestimar todas y cada una de ellas, no importaba cuantos argumentos diera, por más validos que fueran. Esa mujer no sólo era terca, sino que me daba la impresión de que su actitud hosca era un asunto personal en mi contra y no tenía ni la más mínima idea del por qué. Su estúpida actitud nos estaba enfrascando en un maldito círculo vicioso que no nos llevaría a ningún lado.

Después de los primeros treinta minutos había dejado de prestarle atención; mi mente bailaba de un lado a otro, analizando la situación en la que yo misma me había puesto. Las palabras del hermano de Kendrick no dejaban de sonar en mi cabeza.

"Yo jamás olvidaría a una mujer como tú"

¿Una mujer como yo?

No entendía a ciencia cierta el sentido de sus palabras y tampoco quería entenderlo, a decir verdad.

Ya hastiado, Kendrick, cortó el estólido discurso con el que Tessa se empeñaba en continuar (Había tardado mucho en hacerlo, para mi gusto). Los rostros del resto de los presentes fueron de agradecimiento; no dudaron un segundo en recoger sus cosas, dando por zanjado el asunto. La rubia desapareció del lugar, a regañadientes (Estaba que echaba humo hasta por las orejas), no sin antes lanzarme una mirada amenazante. Suspiré cansada. Era un hecho que se venían los seis meses más estresantes de mi vida. Esa mujer se iba a encargar de ponernos el pie cada que le fuera posible, eso lo apostaba.

El siguiente en retirarse fue Nathan; el ambiente se tornó tenso al instante. Mierda. Ahí estaba yo, sintiendo como dos pares de ojos se clavaban en mí con la misma intensidad que lo harían un montón de dagas afiladas. Lo único que se me ocurrió en ese momento, fue no despegar la vista de la mesa; me concentré en las motas de polvo, prácticamente inexistentes, que revoloteaban sobre ella, al gusto del aire acondicionado. Tal vez pasaron segundos, pero para mí fueron una eternidad.

—Milena... —El primero en romper con el incómodo momento fue Ulrik.

Y entonces, sólo entonces, me animé a centrar mi mirada en él. Sus ojos azul oscuro me estudiaban con detenimiento.

—Me gustaría hablar unas cosas contigo, en mi oficina. —Terminó de decir.

—¿Qué cosas? —Se inmiscuyó Kendrick, al instante. No podía verlo, pero su voz denotaba irritación y desconfianza.

Ulrik le lanzó una mirada rápida, a su hermano, por encima de mi cabeza.

—Sobre el proyecto, Kendrick —respondió él, volviendo sus ojos a mi rostro, en espera de mi respuesta.

¡Maldito proyecto! Llevaba una semana en mis manos y ya estaba siendo un puto dolor de cabeza; y no por sí mismo, sino porque se estaba convirtiendo en el maldito pretexto de todos para tenerme a su disposición.

—¿Hubo algo que no entendiera, señor Colleman? —No quería ser grosera, pero la situación, la estúpida junta y todo, me tenían cansada —. No lo tome a mal, pero tengo un asunto importante que atender y ya voy tarde —Definitivamente no quería tener una conversación con él, mucho menos a solas —. Si tiene alguna duda, con gusto la podemos resolver en otro momento. —Traté de sonar lo más amable y relajada posible.

El mentor © #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora