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NEW YORK, MARZO 2020

Kendrick Colleman

Era la primera vez que la veía en el lugar, estaba sentada en una de las mesas al centro del salón, completamente sola. Me sorprendió que una mujer como ella no tuviera compañía.

Su abundante melena castaña caía como una cascada suave, cubriendo completamente su espalda. Tenía una visión "tres cuartos" de su rostro, sus facciones eran delicadas, casi angelicales; era joven, veinticinco años a lo mucho; sus delicados y gruesos labios rosas, eran apetecibles. Pero lo que más había llamado mi atención, había sido su mirada curiosa; observaba cada detalle del lugar y de las personas que entraban y salían de una manera expectante y analítica, lo cual solo me confirmó que, en efecto, era la primera vez que estaba ahí.

Desde la distancia no podía distinguir el color de sus ojos, pero seguro eran perfectos, como el resto de ella. Sus largas y torneadas piernas estaban cruzadas, lo cual me regalaba una vista deliciosa de sus muslos, los mismos que estaba decidido a acariciar esa noche.

***

Milena

Llevaba poco más de media hora en aquel lugar; lo observaba una y otra vez, sin encontrar algo extraordinario en él, además, claro, de que era exclusivo y obscenamente caro; para el cual había tenido que hacer reservación un par de meses antes.

Mientras esperaba al camarero con mi orden y bebía de mi copa de vino, trataba de prestar la mayor atención posible a lo que ahí sucedía; entraban parejas, en ocasiones grupos de tres o cuatro personas, todos ellos guapísimos, como si para ingresar al lugar, el ser jodidamente guapo y sexy fuera un requisito.

Todos ahí transpiraban dinero. Yo no era precisamente una persona con ingresos limitados, tenía la herencia de mi madre, producto de sus ahorros de toda la vida, además de dos sueldos que me permitían darme ciertos lujos (como ese), de vez en cuando. Pero, las personas que estaban ahí, no parecían ser de las que se matan ocho horas dentro de un trabajo; no, estaba segura de que todas ellas gozaban de una vida sin preocupaciones financieras, seguro eran millonarios, herederos de empresas transnacionales y cosas por el estilo.

¿En qué momento pensaste que esto era una buena idea?

Interrogó mi subconsciente.

La realidad era que, no iba con la intención de impresionar a nadie; lo único que me motivaba a estar ahí, era esa maldita curiosidad que me había gobernado desde que tengo uso de razón. Aunque, en aquella ocasión, empezaba a sentirme estafada. Todo me parecía muy normal, yo esperaba encontrarme con personas metiéndose mano o queriéndose romper los labios a besos y mordidas, no sé, algo más... morboso.

Me reí de mí misma ¿Cuánto me habían pervertido Vienna y Rita? Ese par de locas me habían hablado, en más de una ocasión, sobre ese club y las experiencias tan excitantes que brindaba. Pero, estaba segura que, después de mi experiencia, tendría que refutar aquello.

Al poco rato llegó el camarero con mi cena. Decidí concentrarme en ella y disfrutar, ya que, al parecer, sería lo único que me llevaría de aquel lugar.

Levanté la vista de mi plato cuando esa sensación extraña de ser observada me invadió. Una hermosa rubia, como de unos treinta años, me observaba detenidamente. Estaba acompañada por un hombre, al cual no podía juzgar bien, puesto que me daba la espalda.

Al momento que tuvo mi atención, ambos se pusieron de pie y se dirigieron a mí. El hombre que la acompañaba derrochaba virilidad, tanta que intimidaba. Entonces si, el nervio había comenzado a invadirme, aunque era muy buena ocultando mis emociones.

El mentor © #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora