XLIV

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Milena

A las dos menos quince me encontraba cruzando la puerta principal de St. Michael's. Aquella nota sólo mencionaba el cementerio, pero no exactamente a dónde debía ir.

Me giré en busca de algo que me diera una pista sobre el extraño de las notas; había muy pocas personas dentro del cementerio, tan pocas que podía contarlas con los dedos de las manos y me salían sobrando.

Esta es la pendejada más grande que has hecho hasta ahora ¿Y si nos secuestran y nos entregan en cachitos dentro de una bolsa? ¡Tonta!

Me reprendió mini Milena.

Sólo había un rumbo que podía seguir sin que pareciera una demente frente a los ojos de esas personas por estar merodeando en el lugar sin rumbo fijo. Caminé entre las lápidas, por ese camino que tenía tan bien guardado en mi memoria.

ELINOR BLACK

1977-2018

Amada madre

Me hinqué frente a aquella lápida de mármol blanco que había sido mi confidente los últimos tres años. Acaricié las letras grabadas, casi como si la pudiera estar acariciando a ella. Dejé frente a ella el ramo de peonías que llevaba conmigo, aquellas que habían sido sus flores favoritas en vida. Me mantuve un momento así, en completo silencio sintiendo la paz que me daba estar con mi madre, pero con un nudo apretándose en mi garganta, al mismo tiempo.

Cuánto la extrañaba, cuánto deseaba tenerla en aquel momento conmigo.

Estaba sumida en mis pensamientos cuando unos pasos se escucharon sobre el césped, poniéndome alerta.

—Me alegra que decidieras venir. —Aquella voz...

Cada músculo de mi cuerpo se tensó en seguida y una corriente helada bajó por mi columna. Era él... Todo este tiempo, había sido él.

Me puse de pie y me giré a verlo, tan rápido como la conmoción del momento me lo permitió. Iba enfundado en un traje negro, impecable, con todo el aire de superioridad que mostró desde la primera vez que lo tuve en frente.

André.

—Supe que estuviste buscándome durante algún tiempo. —Sabía que hablaba conmigo, sin embargo, toda su atención estaba puesta en el nombre grabado sobre aquella lápida.

Un pinchazo de dolor y molestia se instaló en mi pecho.

—¿Cómo te atreves a pararte frente a ella después de todo lo que la hiciste sufrir?—dije con los dientes apretados. Mis manos se cerraron en puños, inconscientemente.

Lo odié. Odié que tuviera el descaro de presentarse en ese lugar que era sagrado para mí. Odié que estuviera parado sobre el piso en donde ella descansaba.

—Elinor... Black...—murmuró distante. Cómo si ese nombre no le reflejara nada.

Me interpuse entre mi madre y él, llamando su atención. Sus ojos me miraban con algo que no le había visto hasta el momento, algo que no creía que fuera capaz de sentir y que contrastaba por mucho con lo que su voz reflejaba. Dolor.
Había un genuino sufrimiento dentro de ellos, y la manera en la que se cristalizaron tras conectar nuestras miradas, me lo confirmó.

Me alegraba que al menos algo dentro de él pudiera sentir remordimiento sobre lo que hizo con mi madre. Para mí, André era un poco hombre, así lo había visto durante muchos años. Pero nada de lo poco que sabía o intuía hasta entonces, se comparaba con todo lo que me dijo esa tarde...

El mentor © #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora