XXIII

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Milena

Mi madre siempre me había dicho que debíamos darle el beneficio de la duda a cualquier persona. Por eso mismo, las palabras de André se habían plantado en mi memoria y comenzaban a echar raíces. En algo coincidía el discurso de André con los últimos acontecimientos de los que había sido testigo: Un pasado turbio. No quería creerle, pero el secreto de Ulrik, lo que sea que aconteciera en la empresa y lo que había dicho ese hombre, empezaban a generarme bastante incertidumbre.

"Ellos no son buenos para ti" "Estoy arriesgando mi vida al estar aquí contigo"

¿Quién o quiénes eran los que amenazaban la vida de André?

No podía empezar a desconfiar de Kendrick. No, no lo creía capaz de hacerle daño a nadie y Ulrik tampoco era capaz de matar una mosca. Aquello me sonaba a un acto de envidia, envidia por todo lo que habían logrado los Colleman. Nunca hacían falta las personas llenas de frustraciones que culpan a los demás de sus desgracias y no asumen sus responsabilidades. La cuestión era descubrir quién era quien estaba manipulando todo.

Una idea cruzó en mi cabeza. El camino más obvio por el cual comenzar a hallar respuestas era mi padre. Según lo que me había dicho Kendrick, Nathan había sido quien lo contactó para asociarse con Arquitech. Así que él era la primer persona con la que debía comenzar a indagar.

Le pedí a Norah que llamara a la desarrolladora y me agendara una cita con él para el día siguiente, pero según le habían dicho había salido del país por un asunto personal y regresaba el fin de semana ¡Mierda! ¿Y ahora? La curiosidad y la preocupación me mataban y no me sentía capaz de esperar tantos días.

El siguiente en mi lista era el mismo André, pero ni siquiera tenía cómo contactarlo. Podría estar en cualquier hotel de New York. Medité la idea un segundo, no, definitivamente no se quedaría en cualquier hotel. Pedí a Norah que me hiciera una lista de los mejores hoteles de la ciudad y sus alrededores.

—¿Qué estás pensando, Lena? Conozco esa mirada tuya, tan decidida, y sé lo que significa. —Apuntó con auténtica preocupación.

Norah había sido testigo del momento en el que André abandonaba la sala de juntas. Y el hecho le había dejado los nervios por las nubes, al igual que a mí.

—Tranquila, Norah. No tienes nada que preocuparte. Sólo quiero saber en dónde puedo localizarlo en caso de ser necesario. No voy a hacer ninguna estupidez.

Me miró dubitativa. Me conocía tan bien que era capaz de descifrar mis mentiras. El problema era que ni yo misma sabía si esta lo era o no.

Llamé primero a los hoteles de lujo, sin resultado; después me fui con hoteles de cuatro estrellas, pero tampoco estaba registrado ahí. O había hecho la reservación con otro nombre o probablemente habría alquilado una casa o un departamento. De ser así, entonces si sería casi imposible dar con él.

A las seis de la tarde en punto el Panamera negro aparcó frente al edificio, para después dirigirse a Per Se, uno de mis restaurantes favoritos y con la vista más maravillosa de Central Park. En cualquier otro momento habría disfrutado esa cena, sin duda.

No quería comentarle nada a Kendrick, todavía ¿Qué se suponía que le dijera? "Oye, mi padre no quiere que esté cerca tuyo ni de tu hermano, porque cree que son un peligro para mí". Era patético. Si tenía que advertirle o enfrentarlo respecto a lo que sea que fuera la mierda a la que se refería André, sería con pruebas en mano. Por el momento, lo único que me quedaba era tratar que Kendrick quisiera hablarme sobre el problema de su empresa, mientras esperaba a que Nathan estuviera devuelta en la ciudad.

—Estás muy pensativa, preciosa —Apuntó. Caí en cuenta que hasta el momento sólo había estado jugando con la comida, sin haberla siquiera probado —. ¿Hay algo que te preocupe? ¿Pasó algo en tu oficina? -Hizo énfasis en la última pregunta.

El mentor © #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora