XXXI

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Este capítulo está dedicado a MSinmas
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Milena

El taxi me esperaba afuera, justo a la hora en la que lo había solicitado. Tuve que correr para subir en él, debido a la densa lluvia que caía sobre Manhattan, en ese momento. El chófer me saludó amablemente y de inmediato se dispuso a seguir la ruta que le indicaba la aplicación.

Ya dentro de ese pequeño, seco y cálido lugar, mi cabeza regreso al tema "Colleman", sin poder evitarlo.

A diferencia del fin de semana y del día anterior, no había recibido ninguna señal de vida por parte de Kendrick. Ninguna llamada, ningún mensaje. Nada. 

No sabía cómo interpretarlo.

Una parte de mí se sentía aliviada, porque la verdad era que no tenía ni puta idea de cómo iba a pararme en frente de él, sin delatarme. Por otro lado, me inquietaba la actitud que estaba tomando. No era nada común viniendo de él.

Tal vez si se hubiera tratado de otro hombre, habría pensado que se hartó de buscar y me había mandado directito a la mierda. Pero no él. No ese jodido loco que en ocasiones anteriores se había invitado solo a mi departamento, al club y a mi oficina.

¿Por qué ahora no lo había hecho?

¡Joder!

La cabeza me iba a reventar.

El coche aparcó frente al imponente edificio, que ya no me resultaba tan ajeno.

De repente, la duda me asaltó y me resistí a salir. Todavía estaba a tiempo de dar marcha atrás, regresar a mi departamento, dejar todo y desaparecer.

Si, claro. Que te lo crea tu abuela.

Odiaba admitirlo, pero la Milena interna tenía razón. Ni yo misma me creía semejante estupidez.

Había entrado a un lugar sin retorno, en donde la única opción era seguir adelante y enfrentar lo que viniera. Después de todo, mi cabecita curiosa ya no iba a estar tranquila ni aquí, ni en China.

Reuní confianza de quién sabe dónde y nuevamente corrí hasta el inmueble.

La lluvia no había mermado en lo más mínimo y, a diferencia del edificio de Ferguson, el de Arquitech tenia un montón de escalones inservibles, que conectaban el Drop Off con el acceso al edificio (De esos en los que sientes que nunca vas a llegar a tu destino, porque son insoportablemente cortos y amplios).

Aunque me esforcé en ser ágil, correr bajo la lluvia en tacones, dificultó mi tarea.

¡Mierda!

Crucé la puerta hecha una piltrafa. Poco faltó para que mi cabello terminara chorreando por todos lados, mi abrigo había acabado empapado y ni hablar de mis pies, sentía que toda el agua se había metido a mis zapatos.

Maldije internamente.

Caminar era incómodo. Aún así, me esforcé por no resbalar en el transcurso a la recepción. Como ya era costumbre, no hubo necesidad de registrarme para que me dieran un gafete de visitante y el acceso a los elevadores.

Llegué al piso de dirección y, sorpresivamente, la querida Susan (Nótese el sarcasmo), no se encontraba en su lugar. Dudé un momento el si debía quedarme a esperar ahí, o yo misma dirigirme hasta la oficina de Ulrik. Pero vamos, no era una mujer paciente así que eché a andar por el pasillo, hasta su oficina.

Caminé lo más aprisa posible. Lo que menos quería era cruzarme con Kendrick, en ese momento. Ya de por sí era demasiada estupidez de mi parte haber aceptado ver a Ulrik justo en ese lugar. Pues como dice el dicho, "Hasta al mejor cocinero se le quema la sopa", y en ese caso, lo que se habían quemado, eran mis neuronas.

El mentor © #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora