XLVII - Parte 2

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Un bonito pero penetrante aroma, se extendía a mi alrededor; recordaba haber estado impregnada de ese mismo olor hacía algún tiempo. Mis párpados se sentían pesados y en mi cabeza había una punzada insoportable, que no me permitía abrir los ojos.

Mi cerebro estaba lleno de imágenes confusas y no estaba muy segura de que todas ellas fueran reales, me sentía aletargada. Batallé bastante con mi propio cuerpo, para poder reunir fuerzas y comenzar a abrir los ojos. La oscuridad me recibió al instante, haciéndome dudar, incluso, si en verdad estaba despierta o continuaba inconsciente.

Quise impulsarme para levantarme de lo que, aparentemente, era una cama, pero ni los brazos ni las piernas me respondían. El pánico comenzó a apoderarse de mí cuando me dí cuenta que me encontraba atada a la base de aquel mueble.

—¡Ayuda!... ¡Alguien!... ¡Ayúdenme, por favor!...—Comencé a gritar como loca, mientras tiraba de las cuerdas, logrando, únicamente, lastimar mis muñecas y tobillos —¡Kendrick! —Rompí en un llanto frenético, llena de miedo y de confusión.

Esto no está pasando... Todo es una pesadilla... Tiene que serlo.

Traté de convencerme a mí misma de que eso era verdad. Parecía que hasta mini Milena había salido huyendo, dejándome completamente sola.

En seguida, un sonido rompió con el silencio que me rodeaba; era música proveniente del exterior de la habitación, el volumen de esta subió estrepitosamente, era metal pesado, muy similar a lo que había escuchado en el auto de Ulrik hacía apenas unos días. El aumento en el sonido, provocó que todo en el lugar comenzara a vibrar, incluyéndome; mi cuerpo comenzó a temblar, preso del miedo y la incertidumbre. La sensación que se extendía en mi pecho cada vez que el compás de la música se acentuaba, me estaba llenando de una ansiedad horrible; sentía que, en cualquier momento, mi corazón terminaría por explotar.

Estaba por comenzar a gritar, una vez más, (Aunque sabía que era inútil competir con la intensidad de la música), cuando una puerta frente a mí se abrió, dejando entrar una luz dorada del exterior. Levanté la cabeza lo más que pude, encontrándome directamente con esa mirada azul claro que apenas era iluminada por la escasa luz que le golpeaba de perfil; una mirada que ya no reconocía. La máscara había caído, revelando su verdadero rostro, uno que, en ese momento, sólo me producía desprecio y terror.

—Despertaste, mon amour —dijo en un francés perfecto.

En seguida las luces de la habitación se encendieron, dejándome ciega por unos momentos. Entre las lágrimas y el dolor punzante en mi cabeza y ojos, me tomó un rato acostumbrarme al cambio de iluminación; cuando por fin lo hice, mis ojos se abrieron de par en par, podía jurar también, que mis labios habían formado una "O" perfecta. Todo se estaba poniendo cada vez peor...

—Eras tú...—musité, temblorosa, sintiendo como caía sobre mí todo el peso de la realidad —Todo este tiempo... —Mi expresión se tornó amarga —¡Sí eras tú, maldito psicópata! —vociferé.

Ulrik permaneció tranquilo, con su cuerpo recargado en el marco de la puerta y las manos dentro de los bolsillos de la sudadera.

Eres mi locura, más cuerda... ¿Lo recuerdas?—pronunció con una sonrisa en los labios, haciendo referencia a la frase impresa en la primera tarjeta que Anonymou me había enviado junto con la exótica rosa, de la cual, en ese momento, cientos iguales llenaban la habitación. De ahí el aroma que había percibido al despertar —. ¿Te gustó cómo decoré nuestra habitación para tí?... Me trae muchos recuerdos... Nunca olvidé que la Black Baccara era tu flor favorita, mon amour —apuntó, mientras acariciaba el pétalo de una de las rosas que resplandecían sobre el modular, junto a la entrada.

El mentor © #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora