Extra 1- Aquella noche

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Julio, 2018.

El cielo se iluminaba esa tarde, de forma preciosa ante los ojos de Ulrik. Nunca se había sentido más nervioso en la vida que aquel día. Sus manos sudaban y su corazón latía tan fuerte, que era capaz de sentir su pulso acelerado en las muñecas, cuello y oídos.

Ese día, sin duda, quedaría marcado como uno de los más importantes de su existencia.

Metió la mano en la bolsa del pantalón de su fino y recién estrenado traje. Lo había elegido azul marino porque sabía cuánto le gustaba a Astrid verlo enfundado en ese tono, decía que volvía más profundo el color de sus ojos.

Dentro de su bolsillo, pudo palpar la pequeña caja negra de terciopelo que contenía aquella joya que había mandado a diseñar exclusivamente para el amor de su vida. Y es que, Astrid Taylor se había convertido en su universo entero; por ella había aceptado, incluso, adentrarse a mundos que no eran de su agrado. Se había vuelto partícipe de situaciones que ante sus ojos eran enfermas y depravadas.

Una pequeña punzada de rencor atravesó su pecho. Aunque se esforzaba, no podía evitar sentir que, en parte, su hermano era el responsable de aquella situación.

Si tan solo le hubiera advertido lo que podían encontrar dentro de ese nuevo club que había decidido montar con ayuda de Nathan, entonces las cosas habrían sido muy diferentes. Jamás habría permitido que su novia descubriera ese mundo lleno de obscenidades.

Apretó los ojos y llenó sus pulmones de aire. No era momento de pensar en eso.

Regresó al interior de la suite imperial que había alquilado y mandado a llenar de esas rosas que a Astrid tanto le gustaban.

Sonrió y negó divertido. Por ella hasta había sido capaz de tomar cursos para aprender a cultivar esa flor y poder sembrar su propio jardín, una vez que se mudaran a Londres.

¿Cuánto había hecho por ella?... ¿Y cuánto más seguiría haciendo?

"Todo lo necesario para verla sonreír cada día por el resto de sus vidas, lo necesario para que ese brillo en sus preciosos ojos dorados jamás se extinguiera"

Pensó.

Salió de la suite y tomó el elevador que lo llevó directamente a una terraza privada dentro del hotel, a la cual solo tenían acceso los clientes más exclusivos. Era una fortuna que su apellido fuera tan reconocido en la ciudad gracias a Arquitech.

El lugar había sido decorado tal y como lo había solicitado: Un camino de pétalos de rosas lo direccionaba desde el acceso hasta la mesa circular que estaba íntimamente montada; con servilletas de lino, cubiertos de plata y vajilla de la porcelana más fina. Más ramos de black baccara (iguales a los de la suite) estaban colocados en enormes floreros de cristal flanqueando la mesa; la iluminación estaba a cargo de una buena cantidad de guirnaldas estilo vintage en color dorado, que contrastaba con la pasiva luz plateada de la luna.

Ulrik sonrió complacido. Observó su reloj de muñeca comprobando que el momento había llegado. Astrid ya debería encontrarse cerca.

Mientras tanto, dentro de un elevador, aquella rubia de ojos ambarinos jugueteaba nerviosa con las perlas del collar que había elegido para combinar con su ceñido vestido color carmín. Ulrik le había dicho por teléfono que aquel iba a ser un aniversario especial y era justo esa última palabra la que la había tenido inquieta toda la tarde.

"Especial" podía tener bastantes significados. Como por ejemplo, la sorpresa que ella había preparado para él y que estaba esperándolos dentro de una de las habitaciones privadas del Eros.

Cuando por fin hubo llegado a la planta que le había sido indicada en la recepción, empuñó su pequeño y elegante bolso de seda entre sus manos y echó a andar por el pasillo alfombrado, el cual estaba decorado por hermosas copias de obras de grandes artistas como Monet, Degas y Hayez. De este último, El beso, era su obra preferida. Tanto que no dudaba en pasar a visitarla siempre que se encontraba en Milán.

El mentor © #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora