Milena
Sábado, el día más pesado de la semana; ese era el único día en que todas las chicas del club coincidíamos en horarios y Antoine lo aprovechaba para hacernos ensayar hasta que las piernas dolieran. Pese a ese detalle, no podía estar más ansiosa de regresar y ver a las chicas, extrañaba sus parloteos y locuras.
Los últimos dos días había estado ensayando mi discurso para cuando la inminente plática sobre Kendrick, llegara; ellas sabían perfectamente que el motivo de mi ausencia había sido él, sin embargo, pese a lo mucho que deseara ponerlas al tanto sobre mi situación actual con ese hombre y todo lo que había ocurrido la semana anterior, había hecho un trato con Colleman, que me lo impedía. El miércoles, al salir de la oficina, habíamos dejado algunas cosas claras sobre cómo manejaríamos nuestros encuentros, entre ellas estaba la discreción, como regla principal.
Tras poner orden en el departamento, tomé una ducha rápida, me enfundé en un conjunto deportivo y preparé mi maleta para dirigirme al speakeasy. El repiqueteo en la puerta me distrajo un momento.
¿Qué carajos?
No solía recibir visitas.
Con el entrecejo fruncido y un atisbo de desconfianza, me encaminé a la entrada. Mi gesto se descompuso cuando su impasible rostro apareció en la mirilla de la puerta. ¿Qué putas estaba haciendo en mi casa?
Lo ignoré al principio. No tenía derecho ni motivos para estar ahí. Pero los minutos pasaban y sólo conseguía que los golpes se volvieran más insistentes y que yo comenzara a retrasarme. Si algo no me permitía nunca, era la impuntualidad.
Mierda.
-¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo chingados sabes dónde vivo? -Recriminé en cuanto abrí la puerta.
-Buenos días, Milena - dijo, ignorando mi molestia; aunque eso sólo consiguió aumentarla.
-¡Y una mierda, Colleman! ¡¿Qué estás haciendo en mi casa?!
-¿Vas a dejarme pasar o piensas armar un escándalo en el pasillo? -preguntó divertido -. Por mi no hay problema, no es mi edificio y tampoco mis vecinos. -Se encogió de hombros.
Me pasé la mano por el cabello, frustrada. El hombre era desquiciante en ocasiones.
-No tengo tiempo para idioteces, estoy de salida -dije, seca, al tiempo que me encaminaba hacía la sala a terminar de alistar mis cosas -. Además -Agregué -. Me parece que fui muy clara contigo en cuanto a los días que tendríamos sexo y los fines de semana no estaban incluidos.
Lo escuché entrar y cerrar la puerta de tras él, para después encaminarse hasta donde me encontraba.
-No se preocupe señorita Rochester, hoy sólo vengo a prepararla para su primer lección -dijo, serio.
Lo miré, incrédula, con los ojos entrecerrados ¿Es que era idiota o sordo?
-¿Qué parte de, no tengo tiempo, es la que no alcanzas a comprender? Me tengo que ir Kendrick, no estoy para juegos. ¿Quieres coger? -Hice una pausa. Él se mantuvo indescifrable -. Pues vas a tener que esperar al lunes. -Tajé.
-Yo tampoco tengo tiempo para esto, Milena. -Sentenció, sujetándome del brazo y obligándome a encararlo. Sus ojos se habían transformado en océanos oscuros y peligrosos.
El ser dominante había surgido, calentándome hasta la última fibra. En ese momento comprobé mi masoquismo; ese brusco movimiento me había excitado, al igual que había pasado la noche en el restaurante, o cuando me había sometido en la oficina. Me gustaba el Kendrick calculador, el que tenía las palabras exactas para seducirme; pero el incauto e imperioso , me volvía loca.
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El mentor © #PGP2023
De Todo¿Quién dijo que "la curiosidad mató al gato"? A mí, la curiosidad, me ha llevado a vivir las experiencias más excitantes... Mi nombre es Milena, y de la mano de mi imponente y experimentado "mentor sexual", Kendrick Colleman, descubrí la lujuria, la...