•|Tenebris|•

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Los huesos crujieron en un sonido ahogado, el crudo escuchar de la carne roja y sangrienta tomar forma humanoide profanó la oscura noche. Los fieles ojos rojos de sus vasallos admiraban con devoción y anhelo. Las cuencas rellenas de esferas oscuras enmarcados en las profundidades de sus anhelos mas malvados, la promesa de un futuro devastador escrito en el aire en palabras no dichas. 
Las sombras acechaban silenciosas en la espera de su augurio prometido.

La luz cobarde no se atrevió a acercarse, y detrás de sus actos quedaba la helada negrura de sus consecuencias. 

Poco a poco, la terrible figura tomó posesión de su nueva forma; la carne, la sangre y los huesos tomaron un nuevo nombre y con él, un nuevo dueño. Aquel pobre diablo que, de forma muy deshonesta, le fue arrebatada la vida y con ello, el templo de su alma.

Los duendes oscuros soltaron exclamaciones de júbilo ante tal acontecimiento tan ansiosamente esperado. Su nuevo amo por fin regresaba de las tempestades para cumplir con lo que estaba escrito en los pergaminos del destino.

Los ogros y los cíclopes alzaron sus largos y pesados tridentes de piedra y hueso macizo. Llevando con ellos la ola de sangre de sus enemigos caídos con la furia de sus picos filosos y mortíferos.
El cielo alto y negro corrompido con la inmundicia de sus habitantes le daba el frío cobijo a la nueva entidad de la noche, sus alas oscuras mandaron ráfagas de aire gélido a la piel desnuda y húmeda con la escarlata sangre entretejida con sus poros. El pálido cuerpo humanoide movió sus largas extremidades con gracia divina, la sensualidad de sus músculos magros impresionó a los lujuriosos ojos de las demonias.

Poco a poco fue poniéndose de pie, los poderosos músculos de sus muslos y pantorrillas se flexionaron y estiraron para dar soporte a su nuevo dueño. Su abdomen se apretó y sus omóplatos crujieron gustosos.

Exclamaciones de profundo júbilo dieron la bienvenida por segunda vez. El hombre sonrió satisfecho, su atractivo rostro formó una mueca fría, despiadada, inhumana. Ese acto solo hizo que sus facciones se endurecieran en una máscara de cruel belleza.

—¡Hermanos míos!— Gritó en una voz masculina, aterciopelada y bien construida en un tono que era difícil de ignorar. Los presentes se retorcieron en placer por tal voz tan agradable al oído. Envolviéndolos, invitándolos a oír más.

—Hoy es un nuevo día, uno que empieza la nueva promesa que tantos años nos han acompañado— Continúo cuando los gritos y vítores cesaron. Con inhumana movilidad, se desplazó por el podio de piedra pulida en el que se encontraba. La enorme construcción en la que se encontraba, una estructura con grandes pilares de piedra rudamente tallada y paredes inclinadas que formaban un enorme círculo en una imitación cutre del afamado Coliseo Romano, tembló.

—Nos levantamos desde la sombras con orgullo, reclamamos nuestro derecho. ¡Un derecho que nos han arrebatado por siglos! Pero hoy, hoy formamos nuestro propio mundo— Tenebris sonrió, completamente extasiado de su nuevo futuro, creyendo firmemente cada palabra que sus bellos labios formaban. Los Orks chillaron desde las gradas más altas, sus feos brazos alzando sus largas espadas astilladas. Cada criatura rechazada, cada ser en ese lugar era alcanzado por la promesa de su amo.

—Encontraremos nuestro lugar en el mundo. Ya no nos arrodillaremos, no soportaremos tanto desprecio ni comeremos las sobras. ¡Seremos los reyes, nuestros líderes y nuestro pueblo!— Exclamó, sus ojos dorados miraron con aprecio y dulzura a su alrededor. Las hermosas alas negras se abrieron a su alrededor en un arco emplumado tan oscuro como la noche. El sello de su terror.

—¡Por Tenebris!— El atronador rugido de sus súbditos retumbó en cada rincón, cada trozo de piedra en el lugar. Su grito en un mantra incansable.

Somos Sangre Y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora