•|La guerra|•

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Despertó en la noche con él tintineo de las llaves de la jaula, el traqueteo de la cerradura al ser jalada y abierta por las llaves viejas en el metal oxidado con su espantoso y familiar rechinido. Il Woo estaba aquí, y eso podía significar malas noticias. Horas antes Baek con su tierna presencia y hermosos ojos dorados cual soles llenos de prisa le acercaron más de cinco bolsas llenas de sangre fría y coagulada. Espantosa pero lo suficiente para sobrevivir y poder levantarse sin que sus piernas temblaran y sus heridas cerrarán. Las esposas habían sido quitadas con mucho cuidado por el joven intentando no quemarse con el metal envenenado, fallando varias veces y llevando consigo un par de ampollas

Jun asustado y con el sentimiento de culpa por hacer al joven liberarlo de sus cadenas se disculpó, sin embargo el chiquillo lo desestimó con un encogimiento de hombros.
—Tu has sufrido mucho más— justificó. Conmovido hasta la médula soltó una pequeña y solitaria lágrima de sangre por su pálida mejilla. Los vampiros lloran sangre, sus cuerpos muertos no funcionaban como la deliciosa mortalidad bellamente humana, ahora eran algo más, algo que la metafísica de Aristóteles no podía explicar cómo lo intentó en los viejos escritos.
Ahora solo quedaba esperar, faltaban un par de horas para que el sol se escondiera y la diosa luna despertara a las criaturas de la noche; los vampiros salían de sus casonas, los lobos aullaban en manadas, las hadas estiraban sus alas para comenzar sus danzas en las aguas cristalinas de los manantiales que rodeaban el pueblo. Las majestuosas aves fénix volaban los aires para esconderse de la oscuridad y guardar celosamente su luz.
Preciosa, divina, mágica era la noche que las criaturas sobrenaturales y mágicas conocías. Y la noche de su libertad.
Ahora arruinada por la repentina llegada del amo, adelantando su regreso después de fracasar en batalla contra los lobos perdiendo la tercera parte de su séquito más fuerte. Un completo fiasco de derrota.

Junmyeon tensó su cuerpo con la misma rigidez del roble, su cuerpo hormigueando con energía recién adquirida por la sangre dada por la bondad de un hombre. Estaba listo para luchar, está noche sería libre y un loco no va a arruinarle eso, primero los vampiros caminarían bajo el Sol. Sacó los dientes en una mueca fiera, sus colmillos finos y pulidos como el marfil brillando bajo la luz de la luna que se colaba por la ventana abierta. Esa endemoniada ventana que día tras día le recordaba su nuevo cuerpo y la incapacidad de recibir los bellos rayos del Sol madre de los Fénix y los grifos.

—Te veo más fuerte que cuando me fui, una sorpresa no tan grata— murmulla Il Woo acariciando las palabras con veneno suave, sedoso como la belladona. Junmyeon levanta su cuerpo en posición de ataque como sus instintos le gritaban al oído «gruñe» «sisea» sus uñas creciendo largas como garras mientras soltaba otro grito furioso. Veía todo lento y rojo, la cólera fluyendo en oleadas de adrenalina pura contra sus venas muertas; era emocionante, era violento y comenzaba a ver la belleza en esos deseos mucho más fuertes y desgarradores que el deseo.

Se lanzó a la batalla, soltando gruñidos, siseos como los de un gato rabioso. Algunos eran esquivados con facilidad como otros eran certeros. No provocaba mucho daño pero eran lo suficiente para darle problemas al de ojos pálidos.
No había palabras, solo gruñidos animales desde lo más profundo de sus tórax. Il Woo reía en algunos momentos cuando lograba darle un duro puñetazo a su mandíbula, patadas duras contra sus costillas y golpes fatales a su columna los cuales serían fatales para un humano común, pero Junmyeon ya no era un humano y lo aceptó con los brazos abiertos. La dura pelea le alargaba con los golpes, Junmyeon emitió un grito de victoria cuando logró partirle en tres una de las piernas del de cabellos cobrizos, el placentero chasquido de huesos sacó una sonrisa al de cabellos chocolates. Era perfecto.
Con otro grito de guerra partió la otra escuchando en sus oídos sensibles el grito de agonía de Il Woo, su dolor aliviando su coraje, su impotencia que tragó como hiel durante su cauterio.

Somos Sangre Y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora