•|Preso|•

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LuHan gritó de agonía, la tortura al sentir la plata contra su piel desnuda le produjo tanto dolor que sus gritos no eran capaces de expresar toda su emoción

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LuHan gritó de agonía, la tortura al sentir la plata contra su piel desnuda le produjo tanto dolor que sus gritos no eran capaces de expresar toda su emoción. La sensación de sentir su carne desprendiéndose del hueso era tan arrolladora que simplemente se quedó sin voz.

Los grilletes en sus tobillos escocían su carne viva sacando humo al estarse constantemente quemando, el aroma a carne chamuscada mareaba a su lobo interno hasta sentir su cabeza palpitar. Este era su sufrimiento, su pesar que ya llevaba tanto tiempo experimentando durante días, semanas.

Solo suplicaba morir, le aullaba a la Luna suplicando en una plegaria de misericordia. Rogando la muerte e implorando un momento de alivio.

Ya no podía contar las horas, los días ni las semanas. Creía que después de tanto suplicio cualquier otra sensación se quedaba en el olvido como sus ruegos. Le suplicaba a los hechiceros con sus túnicas negras cubriendo sus rostros un poco de paz, que lo mataran de una buena vez.

Sus dedos sin uñas, su cabeza sin casi cabello y las largas líneas dolorosas y profundas que cortaban la mayoría de su cuerpo atestiguaban todo su sufrimiento, la penitencia que estaba pagando con lágrimas y sangre.

Sus verdugos al haber terminado de extraer más de su cuerpo, más de su piel se marcharon dejando el cuerpo sollozante detrás suyo. Sin mostrar piedad, sin mostrar sentimientos de culpa o de pena. Estos momentos eran los que más ansiaba y odiaba a la vez; el quedarse solo con sus pensamientos y el escozor de su cuerpo.

Pensaba en su hijo, Tao con su linda y dulce sonrisa, en lo desesperado que estaba por poder enterrarse en el relajante aroma de su retoño y perderse en él. En lo tanto que extrañaba a SeHun y la pena que rezumbaba en lo más profundo de el mismo al no poder sentir su lazo, al notarlo oscuro y lejano como si existiera y a la vez no.

Eso se lo debía a los hechiceros que lo obligaron a beber aquel asquerosos brebaje negruzco y viscoso, luego de haberlo ingerido sus lazos con su manada y pareja se sentían oscuros.

Pensó en cuanto lamentaba que lo ultimo que le dijo a SeHun fueran gritos y peleas que ahora le resultaban estúpidas, ya ni podía recordar el motivo de su discusión. Ahora solo le sonaba tonto y lamentable. No saldría vivo de aquí de eso estaba seguro, solo pedía, solo rezaba a la Luna, a los Dioses Estrella y a los Reyes de los Cielos Sagrados que le permitieran disculparse con el y despedirse.

Que pudiera decir lo que tantos años estuvo callando, que le permitieran ver a esa persona que trataba de proteger desesperadamente y terminó perdiendo.

—Lo siento Junmyeon—se lamentó con el hilo de voz que aún le quedaba, su voz sonaba tan rota como el sonido de dos cristales fragmentados friccionándose uno contra el otro.

Se lamentaba el desarrollo de las cosas, el tener que alejarlo. No obstante era algo que debía de hacer sí quería protegerlo de su destino, por ese motivo no se arrepentía de sus acciones, quedar como el malo no significaba nada si eso le aseguraba que Jun estaría bien. Su madre y él lo sabían. Ahora se reuniría con ella después de tantos años, y juntos cuidarían de aquellos que aman.

«—Luhan— » Susurró una voz suave en su cabeza.

«—Luhan—» Volvió a susurrar, era ligera y etérea, tan fina como los vientos de la dulce brisa. Tan cálida que lo envolvió en un manto reconfortante, se sentía en el limbo. ¿Acaso esto era morir? Si es así, por favor llévame contigo. Pensó.

«—Ya vienen, ya vienen—» Le advirtió. El corazón le dio un vuelco, como un polluelo saliendo de un cascarón, naciendo un deje de esperanza y miedo atronados. Su cuerpo tieso arrumbado en una de las esquinas se mantenía helado en un iceberg sólido e inmovible, lágrimas de impotencia brotaron de las comisuras de sus ojos.

Se sentía tan egoísta al tener la ilusión de ser rescatado, de ansiar la libertad con desesperación manteniendo las uñas aferradas a esa idea. Sabiendo que era una trampa, su captura tenía dos motivos bien claros para el lobo. ¿Era demasiado pedir salir de aqui? ¿Qué fueran por él?

Ahora solo quedaba esperar su penitencia, aguardar que su Diosa le haga pagar su condena pronto y descansar convertido e polvo, en sangre y en la nada.

Tiempos oscuros se avecinaban, y solo le quedaba rezar porque el destino no fuera tan duro. 

















Un pequeño fragmento del inicio de otro arco en esta historia, ya vamos por la mitad mis queridxs lectores. Muchas gracias por sus lecturas, ya llegamos a 1K y sinceramente Wow, solo Wow enserio estoy muy agradecida.

Por favor cuídense y manténganse sanos.

Espero ansiosamente sus comentarios.

Somos Sangre Y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora