•|Metamorfosis|•

164 23 82
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.





Junmyeon regresó a casa, pero no era el hogar que existía en sus recuerdos; ahora solo quedaba una sombra de lo que fue una vez. La primera vez que llegó a las ruinas de Boseong fue una cachetada dura contra su mejilla, dolorosa pero pasajera. La realidad todavia no pesaba sobre sus delicados hombros.

Ahora que habia dejado atrás a los lobos y sus fauces dispuestas a hacer trizas sus extremidades y borrarlo del mapa regresó por segunda vez, y fue recibir todo el peso de su perdida. El dolor de perder a sus amigos, a sus conocidos, los niños que cuidó y alimentó, su querida madre y ahora también a su amigo, la soledad era tan oscura y abrumadora que no alcanzaba a ver una salida.

Ya no habría luz en lo que ahora llamaría "vida" condenado a la oscuridad y las sombras, no había felicidad ni tampoco risas, esa dolorosa perdida quemaba dentro de su cuerpo como la belladona más venenosa y potente, sus extremidades aletargadas pesaban cual piezas de plomo a las cuales tenía que arrastrar hasta el agujero oscuro en el que se refugiaba como una sucia rata, los restos de su cama en lo que antes era su cuarto no alcanzaban a darle cobijo ni las fuerzas para poder salir adelante.

Deseaba la muerte, la ansiaba como un alcohólico ansiando una copa de vino, un elixir mortífero y mortal para su cuerpo enfermo pero...¡oh que delicioso es!, esa paz que solo ella te puede dar. 

Ya no podía llorar, no le quedaba sangre que derramar o energía para el acto, solo estaba ahi. En posición fetal abrazando sus piernas a pesar de no sentir frio, solo lo helado de su corazón. 

—No queda nada— murmuró con voz quebrada, la garganta le dolía como si lijas duras hubieran raspado su tráquea sin cesar.

—¿Por qué yo? ¿Hice algo?— cuestionó a la nada, y esta le respondió con lo mismo, solo el silencio.

Miró las estrellas que se asomaban por el hoyo en su techo destruido la abertura permitiendo la vista al enorme y vasto cielo nocturno. Era una vista preciosa como todas las noches, el dolor en su pecho incrementó aun más obligándolo a llevarse las manos a su cuerpo como mero acto de reflejo, trataba de tomar aire aun si era innecesario, solo un ritual para recuperarse del dolor.

—El aroma de un corazón roto— exclamó una voz a sus espaldas rompiendo el silencio sepulcral, Junmyeon asustado por la repentina voz, se puso en cuclillas buscando al repentino forastero. Unos extraños ojos intensos con el fulgor de un fuego salvaje brillaban en la esquina más oscura de la habitación, la visión vampírica de Junmyeon le ayudó a encontrarle forma, sus ojos eran irreales y tan fantásticos como los suyos, uno era de un dorado intenso como el oro sucio mientras el otro, en un dorado con un velo morado tan fascinante como los cabellos de Hwasa, otra persona como él. Ojos bicolores.

Era un lobo, tan grande que la altura de este sobresaltó al vampiro quien automáticamente se puso en posición de batalla extendiendo sus garras y colmillos amenazantes contra su nuevo contrincante, sin embargo el lobo no parecía amedrentado ni mucho menos interesado; solo observaba.

Somos Sangre Y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora