Capítulo 11.

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Primavera de 1938.

Stiles.

Cálidos rayos de luz se asoman por mi ventana, chocan alrededor de mi habitación y algunos se atascan en mi persona, debí haber cerrado las cortinas el día anterior así podría seguir durmiendo. Afortunadamente ya era mayo y el periodo vacacional había finalizado así que no tendría que despertarme temprano. ¡Me gradué de la preparatoria! Quien lo diría, había mucha gente que no esperaba que llegara tan lejos.

Miré el despertador y ya eran las nueve y media, me quedé meditando un minuto. Lo que me faltaba, voy tarde a mi trabajo de medio tiempo. La señora Martin no es tan exigente con la puntualidad, al menos no conmigo porque es muy amiga de mi padre.

- Debí negarme a trabajar en vacaciones cuando pude. - suspiré harto y me levanté de mi cama, la dejé medio hecha y me arreglé lo más decente que pude.

Corrí hasta el restaurante lo más rápido que pude, y vaya que no estaba lejos, afortunadamente estaba cerca del centro y mi casa también. No podía ir en auto porque bueno, la economía no está muy bien en este momento... Por eso mismo estoy trabajando ahora.

Las cosas no han estado tan bien como antes, mi mamá solía trabajar como camarera en el local de la señora Martin, pero un día, murió. Antes era el sueldo de los dos de mis padres, ahora es solo el de mi papá, por eso trato de ayudarlo cuando no estoy en la escuela.

- Buenos días Lydia. - murmuro una vez entro al restaurante.

- Que milagro que te has dignado a llegar. - bufa Lydia y me da un abrazo. - Buenos días, ponte a trabajar antes de que mamá te vea. Hoy abrí yo. - finaliza y regresa a la caja registradora.

- Seguro. - dejo mis cosas en la sala de descanso, y me coloco los patines y el delantal.

Es el único restaurante que obliga actualmente a servir en patines y sino fuera por Derek estaría muerto. Yo detestaba la idea de usarlo, literalmente eran patines de ruedas para Hockey, las ruedas incluso eran metálicas.

Me incorporé a tomar órdenes y desplazarme por el lugar patinando. Recuerdo que en mis primeros días utilizandolos mucha comida cayó en desconocidos. ¿Porque no podía repartir la comida caminado?

A veces extraño mucho a Derek, me gusta pensar que realmente ama lo que hace y que eso lo mantiene ocupado así que por ello no me visita como antes. El tiene su lugar preferido, y siempre que llego al trabajo me aseguro de que esté vacío en caso de que llegue a venir.

Recuerdo exactamente el día en que lo conocí. Yo tan solo tenía ocho años y el era un huérfano que se encontraba llorando hecho bolita. Me acerqué a él con cautela.

- ¿Estás bien? - pregunté con curiosidad.

- ¿Te parece que me encuentro bien? - respondió el con otra pregunta y cierto tono de ira, ciertamente no se veía muy bien, pero pregunté por cortesía.

- No, pero no me trates así. Yo no te hice nada. ¿Qué es lo que te tiene tan mal? - pregunté firme mientras me acomodaba a su altura.

- ¿Por qué debería contarte? No te conozco. - espeta encogiéndose aún más en su bolita.

- Dicen que no es bueno guardarse las cosas, no me conoces es verdad. Pero por eso mismo puedes contar con que no te juzgaré. - respondí sonriendo de oreja a oreja.

Me encontré con sus ojos llorosos, que me hicieron querer permanecer ahí para siempre.

- Bueno, no tengo padres. Murieron. - corta y no pretendo preguntar como, indagar hubiera sido insensible considerando la situación.

𝐓𝐞 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐞́ 𝐞𝐧 1945. | 𝐒𝐭𝐞𝐫𝐞𝐤 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora