𝚄𝚗 𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚏𝚊𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊𝚛.

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Había un calor familiar, era cómodo estar allí, incluso cuando la luz de la mañana quería quitarlo de ese sueño.
Lentamente abrió los ojos, confundido por la extraña habitación. Fue apenas unos segundos hasta que la memoria regreso con la imagen frente a él. Los Hanagaki dormían profundamente, tan tranquilos, contrario a como habían estado. Era un alivio para su corazón verlos dormir. Podía acostumbrarse a esa imagen, deseaba despertar así cada día. Pero era la última vez que se relajaría ante la imagen de una familia. Quiso tomar una foto de ese momento, guardar el recuerdo pero no sé movió, no iba a despertarlos.

Ken siempre había querido una familia. Desde que era un niño, cuando esa posibilidad le fue arrebatada, supo que en el futuro tendría la suya. Tal vez uno o dos hijos, ellos nunca pasarían por todo lo que él vivió.
Pero las cosas nunca llegan como las planeas, Takeo era la prueba de eso.

En otras circunstancias, su hijo le habría sido entregado en sus brazos al nacer. Le habría enseñado a caminar y despertaría cada madrugada para calmar su llanto.
Sí el pudiese volver en el tiempo, seguro habría ido por cielo e infierno, como Takemichi lo había hecho, solo para encontrarla, sonriendo con su vientre hinchado. Tal vez llorando, porque ella se pondría emocional con el bebé. Al menos encontrarla.

Ahora Takeo estaba cambiando, su presencia en la vida del niño estaba cambiandolo y eso causaba dolor para la pequeña familia que él ya tenía. Eso le causaba dolor a ella.

Debía soltarlos, dejarlos ir el bien de todos.
Rendirse incluso antes de empezar estaba quemandole. Quiera gritar desde su corazón que esa era su familia, que era lo que siempre había querido y no podían arrebatarselos.

— ¿Ken?

La voz de la mujer lo sobresaltó, sus ojos lo examinaban con una mirada confundida.

— Ah, _______. — soltó una risa fingida cubriendo su rostro. No debía llorar, era lo justo. — Lo siento, traté de irme en la noche pero creo que estoy atrapado.

El brazo de su hijo sobre su pecho le daba ternura, su mano aún seguía aferrada a su camisa, pero ahora sería fácil escapar de allí mientras Takeo no era conciente.

— Esta bien, no importa. Yo dije que podías quedarte. — la Hanagaki llevo su mano hasta el cabello de su hijo jugando con los mechones. — Mientras Takeo esté bien.

Esa frase parecía común en la Hanagaki, más en la práctica que en el habla.

Los ojos de _______ viajaron hasta el hombre frente a ella. Ken Ryuguji. Cuánto efecto podía causar ese hombre en las personas, que en solo unos meses ya había ganado el corazón de su hijo.

— ¿Tú estás bien? — Murmuró el hombre. Veía con atención su rostro, los ojos de ella estaban hinchados por haber llorado.

Era extraño que ninguno hacía por moverse de la cama. Atrapados en una extraña familiaridad, o simplemente demasiado cansados para moverse. Pero Draken sentía que pertenecía allí.

— Un poco mejor. Puedo ordenar mis pensamientos mejor ahora. — susurro viendo a su hijo removerse dormido. —  Quiero hablar contigo, pero no con Takeo presente.

— Está bien, será cuando tú digas.

Draken ya imaginaba lo que diría, que seria mejor no ser amigos, que tal vez debería quedarse en otro lugar porque el pequeño estaba malinterpretando todo. Pero él ya lo esperaba e iba aceptar alejarse. Jamás debió sacarlos de Saitama.

— Creo que ya debemos despertarlo. — Murmuró él sonriendo a su hijo. — Deben estar esperándonos para el desayuno.

A pesar de las palabras aún no se movían, concentrados en la imagen de su hijo dormido. Entonces el volteo a verla.

ᴘᴇǫᴜᴇɴ̃ᴏ ᴘʀᴏʙʟᴇᴍᴀ r.k (draken)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora