capítulo 22, heraldo invadiendo la mente

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El cantinero tenía experiencia de sobra en preparar misiones y planes con antelación, sus años dirigiendo a los caballeros de Favonius dejaron grandes conocimientos que hasta al día de hoy aplicaba en cada movimiento que calculaba con antelación antes de realizarlo.

Sus manos acariciaron suavemente el pliego de pergamino que en su interior resguardaba los grandes relieves de la nación de Fontaine, admiró con dedicación cada pequeño lago y riachuelo que pudo encontrar, delineando con sus dedos enguantados cada fina línea que aparecía delante de él.

Había manchas carmín y azulado enmarcando campamentos ocultos que han sido esparcidos eficientemente a lo largo del territorio, años atrás hubiera dado hasta su vida con tal de obtener aunque sea uno de estos, pero ahora, ahora simplemente debía ser paciente para acceder a más de estos, pues la presencia sombría que aguardaba en su espalda estaba más que dispuesto en darle más, solo si era un buen chico.

No esperaba que el baladista accediera tan fácilmente a mostrarle información clasificada, porque era nuevo, un recluta recién llegado, un recluta que no adoraba a la Zarina de la misma forma que todos en la nación helada lo hacían, pero él aún no debía de saberlo.

Ser la mano derecha de Scaramouche tenía sus ventajas sin dudas, pero aunque quisiera no podía mandar una carta al viajero para informar estos movimientos, era poco probable que alguien más que los heraldos, la Zarina y él mismo accedieran a este mapa, si filtraba la información la marioneta sabría fácilmente quién fue.

Esa era la carta de seguridad, solo una persona en quien confiar, solo una persona que podría traicionarlo, solo un culpable al que matar si algún secreto salía a la luz.

Fue cuidadoso al acercar su rostro para divisar más fácilmente cuántos de "sus hombres" ocupaban a la nación del progreso tecnológico, tal vez treinta, por lo menos había más de veinticinco, Algunos puntos eran fáciles de divisar si se seguían las rutas correctas, pero eran caminos poco usados, nadie más allá que aventureros se atreverían a seguirlos, pero en caso de tener que invadir a Fontaine, sin duda los Fatuis llevaban una gran ventaja por delante.

- ¿Qué opinas de la repartición de territorio? - el tono seductor en aquella voz sedosa lo hizo entumecer.

Sus ojos viajaron rápidamente de la hoja al heraldo, y del heraldo a la hoja, en su juventud hubiera gruñido antes tal acercamiento, tener un Fatui tan cerca solo causaría repulsión en su sistema, pero eso había cambiado.

Había madurado, sabía que los sacrificios de la comodidad eran necesarios a cambio de ganar información, los años lo hicieron incluso capaz de soportar al mismísimo Dottore recorriendo su viñedo, aunque estaba seguro de que está sensación no era aguante, había caído en los encantos de un egocéntrico manipulador, uno que lloraría lágrimas puras de dolor, dolor humano.

- Mi Lord, este no es totalmente digno de entender tal nivel de estrategia, pero todo luce perfecto - Aunque no era quien realmente para juzgar si alguien era mentiroso o no, él mismo lo era, un perfecto y gran manipulador mentiroso.

Pero tener esa sonrisa de satisfacción al frente de sus ojos, era arte, y hacia valer la pena cada parte de este engaño.

La neblina de su mente seguía hundiendo más y más su consciencia en confusión, pero debía seguir con el plan, debía tener a Scaramouche justo donde quería, aunque sin duda sería solo asunto suyo si eso incluía su cama o no.

Luego de una noche en vela analizando la nueva información que obtuvo de Scaramouche pudo llegar a una solo información, debía seguir con su fachada de un sirviente leal y exclusivo solo para él heraldo.

permítame servile - Diluc / ScaramoucheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora