capítulo 23 infiltrado invadiendo mente

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Scaramouche estaba acostumbrado a ser tratado como algo que valía menos que escoria por los otros heraldos, estaba acostumbrado a ser odiado y a ser temido por los soldados, pero no estaba acostumbrado a ser amado.

Abandonado y repudiado incluso por su propia creadora, despojado de su único propósito de existencia, alejado del único amigo que tuvo en toda su vida, reducido a experimento y mangoneado a placer por su ex pareja, realmente nunca fue un ser amado en su vida.

Tal vez entraba en la etiqueta de querido, incluso en el blanco de una obsesión, más sin embargo, ¿amado? Eso jamás.

Pero todo era tan diferente con él.

Incluso aún con lo temprana y poco desarrollada que era la relación que tenía con el pelirrojo, se sentía querido en más de un sentido. Él siempre estaba ahí para él, para servirlo, para acompañarlo.

Eso lo hizo querer arrancarse las uñas.

Nunca había prestado verdadera atención a el cuidado de sus uñas, solo dejaba a sus sirvientes atender sus manos cuando tenía que presentarse ante la Zarina, pero por lo general solía tenerlas presentables, con un tamaño estándar y sin decoración.

Ahora debía procurar que él no se diera cuenta que las mordía hasta arrancarlas.

Si bien era un hábito reciente, no quería ver una mirada de preocupación en su rostro, había evitado que pudiera ver sus manos, enredando sus brazos en su cuello, manteniéndolas escondidas detrás de su espalda en una pose autoritaria, si bien cuando fue a visitarlo hace unos cuantos minutos atrás no estaban ensangrentadas, de hecho apenas se miraban desprolijas, ahora debía comenzar a pensar en el uso de guantes para esconder las gotas carmesí en las puntas de sus falanges.

Era terriblemente doloroso ver decepción o asco en las ventanas del alma de alguien al que amas.

Lo sucedido la noche anterior lo dejo sin aliento, aún podía sentir como los suaves dedos fantasmales recorrían sus piernas, como sus labios afelpados se encontraban directamente con los de su inferior.

Tanto amor le hacía arder el pecho.

Las lágrimas era algo que odiaba con su alma, ellas lo condenaron a la imperfección, lo hicieron desmerecer ser el contenedor de la gnosis de Ei, pero ahora no podía evitar que escaparan por sus mejillas.

Últimamente estaba llorando demasiado.

Aquel encuentro seguía reproduciéndose en el fondo de su mente mientras caminaba a una zona casi abandonada del castillo.

Él estuvo muy cerca de descubrir uno de sus secretos mejor guardados.

A veces desea con todas sus fuerzas que su mente se sintiera a gusto con su cuerpo.

Eso haría las cosas más fáciles, podría ponerse vestidos sin sentir que su garganta se ahogaba en un nudo constante, podría mirarse a un espejo sin repudiar con toda su alma las cicatrices en su pecho, podía tolerar que su cabello llegará más abajo de sus hombros.

Podría acostarse con él sin temor a que lo repudiara.

Porqué él encontraría los genitales que se esperaría de una mujer.

También deseaba que su cuerpo estuviera en sintonía con su mente.

Porqué él encontraría los genitales que se esperaría de un hombre.

permítame servile - Diluc / ScaramoucheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora