Accidente aéreo de Juan Fernández

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2 de septiembre del 2011

Eran alrededor de las cinco y media de la tarde. Robin estaba feliz y tranquilo tomándose un tecito en la terraza de su casa viendo el atardecer. El mar estaba en calma y pocas eran las personas que transitaban por el poblado, regresando a sus casas.

Sus hermanitos Alejandro y Clara también estaban a su lado, y su pequeño picaflor, Rojo, se encontraba descansando sobre su cabellera.

—Hermanito, —dijo Clarita en voz baja, — ¿no estás emocionado porque vendrán las personas de la reconstrucción del colegio y Felipe Camiroaga*?

— ¡Pues claro que lo estoy, Clarita! —saltó sonriente. —Es decir, vendrán a grabarnos, a ver cómo estamos ¡y todo eso! Hay que estar agradecidos con todas esas personas que vinieron a ayudarnos luego de lo ocurrido el año pasado. —sin querer se pasó una mano por el costado derecho de su abdomen, donde tenía una fea cicatriz obtenida tras el último tsunami*.

Alejandro lo vio algo preocupado, no le gustaba que su hermano mayor estuviese tan sonriente, aguantando todas esas desgracias él solo, simplemente para protegerlos.

—Oye, si te duele aún podemos echarte algo de pomada. —dijo.

Robin negó con la cabeza y le dio una pequeña sonrisa, dando a entender que se encontraba bien y que no debía preocuparse. Pero en ese momento sintió un fuerte dolor de cabeza y las náuseas no se hicieron esperar. El castaño se dobló del dolor y vomitó.

Los dos menores fueron a ayudarlo inmediatamente, asustados. Lo arrastraron hacia el interior de la vivienda y lo metieron en la cama.

—No weón, déjenme salir. —se quejó Robin.

—Ni lo sueñes, te quedarás acostado hasta que sepamos qué te pa-

Alejandro fue interrumpido por el teléfono del mayor. Este se levantó, empujando a sus hermanos y fue a contestar.

— ¿Diga?

Señor Crusoe, tenemos malas noticias...

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 — ¡Hermano déjanos acompañarte!

— ¡Vieja no podí hacer esto solo! ¿Y si te pasa algo camino a Punta de isla*?

— ¡No me pasará nada, estaré bien! Alejandro, ya para de webiarme y hazte cargo de Clarita mientras no estoy. Y pobre de ustedes dos si salen del pueblo, ¿me oyeron?

Robin ya estaba hasta la coronilla de la situación. Los tres se encontraban en el muelle esperando a que el mayor se embarcara rumbo al aeródromo de la isla que se encontraba al otro extremo del lugar.

Cuando contestó a la llamada, le informaron que el avión militar que venía rumbo a la isla con veintiún pasajeros, desapareció luego de dos intentos de aterrizaje y perdiendo totalmente la comunicación con la Torre de control.

Selkirk y Santa Clara trataron por todos los medios para detener a su hermano ya que tras ese accidente, le venían mareos y náuseas terribles.

—Robinson por favor. Solo queremos que estés bien y que no te dejí todas las weás pa' ti solo. Recuerda que somos un archipiélago y estamos juntos en esto. —trató de razonar Alejandro.

—Lo siento Al, pero no es no. Si me disculpan, tengo que averiguar qué mierda fue lo que pasó. —y así, se embarcó en la lancha de la Armada de Chile y se dirigió rumbo hacia la zona de catástrofe.

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Dos días después...

Una reunión se estaba llevando a cabo en el aeródromo de la isla Robinson Crusoe, con los concejales y alcalde de la comuna, junto con autoridades del ministerio de justicia del Gobierno, e integrantes del grupo de la Fuerza Aérea de Chile. Manuel viajó junto al ministro al lugar para aportar con la investigación y dar los recursos necesarios para encontrar sobrevivientes, o en su defecto, los restos de los tripulantes.

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