Una tarde sureña

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Carlitos estaba feliz.

¿Por qué?

¡Pues porque se iba de vacaciones!

...

... Si irse a la casa del Alonso contaba como vacaciones, claro.

Suspiró, aún tenía que verle el lado bueno, vería a su tío favorito. Pero no porque el mayor quisiese o fuese decisión de él, sino más bien... de sus padres.

―Escuchá, nene. Tu mamá y yo tenemos que irnos a una reunión re-importante a la casa del Gringo. Así que te quedás con una niñera. ―Decía Martín mientras guardaba unas corbatas en su maleta.

―Che, pero no me quiero quedar con una niñera. Ya aparento doce años, puedo perfectamente cuidarme solo. ―refunfuñaba él sentado sobre la cama con los brazos cruzados, viendo con el ceño fruncido cómo su papá buscaba los mocasines.

―Sé que podés cuidarte solo, pibe. ―sonreía el argentino mayor―. Pero ya lo hablamos con tu madre y te quedarás bajo el cuidado de alguien.

― ¿Y con quién me quedaré si todos mis tíos se van pa' donde el Gringo?

―Te vai' a quedar donde el Alonso. ―Comentó Manuel acercándose al par de rubios con una taza de té y otra de mate en cada mano.

Le pasó la calabaza a la representación de Argentina y se sentó al lado de su hijo ya un poco crecido.

―Y espero que acates todo lo que te diga. No olvidí' que tiene influencia de Alemania y puede ser muy... estricto a veces...

―Estricto mis polainas... Solo querían la habitación del hotel para ustedes solos. Me pudieron haber llevado perfectamente para allá... ―mascullaba a medida que el transbordador se acercaba al puerto de Chiloé.

Cuando el ferri hubo al fin encallado, tomó sus maletas, acomodándose la bufanda hasta taparse la nariz y bajó al muelle.

Iba caminando, arrastrando las ruedas que repiqueteaban sobre la madera y se detuvo al principio del muelle, esperando poder localizar a su tío.

Luego de unos diez minutos esperando, una camioneta de color burdeo se estacionaba a muy poco metros de él, y que de la misma se bajaba un joven de aparentes diecisiete años, cabello rubio tapado por un grueso gorro de lana, y un chaleco a juego.

―Eh, Carlitos, que buena que llegastes. ―saludó Alonso con una sonrisa ladeada y su marcado acento sureño. ―Espero no te hayai' mareado en el ferri. Cuarenta minutos pueden ocasionar muchas cosas.

Nah, tu relájate. Todo piola. ―regresó el saludó y lo siguió hasta la camioneta. Se subió en el asiento del copiloto, esperando a que Chiloé terminase de guardar sus maletas en la parte trasera del vehículo.

Cuando ya hubo terminado, el rubio mayor se acomodó en su asiento, encendió el motor, y con unos cambios soltó el embrague y aceleró la camioneta, maniobrando entre las personas y demás animales y vehículos para salir a la calle.

―Y dime, ¿cómo están el Manu y el argentino? ―preguntó el chilote sin despegar la vista del frente.

―Pues están bien los dos. Se marcharon a una reunión a la casa del Gringo y por eso me dejaron aquí los weones. ―volvió a bufar. Saber que los dejaron ahí para tener tiempo a solas lo amurraba.

Chiloé volvió a sonreír de lado, divertido ante aquella confesión. ―Jueee, no te pongai' así. Los dos son naciones adultas con alta tensión sexual. Deberíai' saberlo si erí' su hijo.

―Lo sé, boludo. ¡Pero yo también quería ir pa'llá, che!

Ahora sí que no pudo aguantar la risa. Estacionando en la berna del camino, detuvo el vehículo e inmediatamente se largó a reír. Su sobrinito podía actuar serio todo lo que quisiese, pero aún seguía siendo un niño.

― ¡N-no te burlés, pelotudo! ¡Que te parto el horto si seguí' burlándote, weón!

Bastaron cinco minutos, y un par de puñetazos por parte del fueguino, para que Alonso se tranquilizase y parara de reír.

Nunca se reía de aquella forma estando con Robin o con Rapa, pero siempre era con Carlitos.

―Y-ya... ―decía tembloroso, rezando internamente para que una nueva risa no salga de su boca. ―Sigamos, ya falta poquito pa' que lleguemos a mi casita.

Carlitos asintió, también un poco más relajado y volviendo a su asiento.

"Dios, el tío Sebas tenía razón. Actúo como mi mamá al enfadarme, che..."

Luego de andar por otros veinte minutos en la camioneta, llegaron a la parcela perteneciente al chilote.

Ya con una sonrisa instalada en su rostro, Tierra del Fuego se bajó de la camioneta y corrió directamente hacia las ovejas, buscando a Como tú.

Sí, porque desde su última visita la dejó en la casa de su tío para que la pobrecita no se sintiese tan sola mientras él trabajaba con las municipalidades de ambas naciones.

― ¡Como tú! ¡Mi nena! ¡Te extrañé, mi amor~! ―decía emocionado mientras abrazaba a la pequeñita y esponjosa oveja.

Bee~ ―balaba Como tú, también feliz de ver a su dueño.

―Ya Carlitos, dejaré tus weas en tu pieza y me pondré a preparar la once. ―gritó Alonso antes de entrar a la casa.

El joven rubio asintió y volvió su atención a la parcela del mayor.

Sonrió.

De verdad que le encantaba ir allí, de vacaciones.

... Pero nunca olvidaría el que sus padres lo dejasen varado en Chile mientras ellos se la pasaban de lujo en Las Vegas.

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Disclaimer: Argentina y Chile no me pertenecen, sino a la comunidad de Latin Hetalia. Tierra del Fuego tampoco me pertenece, sino a Anniih.

¿Alguien dijo un nuevo capítulo? ¡¡¡Woooooooooooooooo~!!!

Y aquí, como pueden ver, decidí ya meter oficialmente a Carlitos~. Sí, Manu y Tincho siempre lo dejan con Alonso cuando hay reunión de naciones.

Espero les haya gustado~, ya quería escribir algo con el nene, pero no sabía dónde o cuándo, jeje...

And, aclaro. Carlitos aquí es un poco más mayor para que la interacción sea más cómoda. Por eso actúa no tan lindo (creo... la verdad es que no sé cómo ven ustedes la mierda que escribo :D).

Eeen fin, gracias por los votos y comentarios, y espero más~.

Y recordarles que el ask del Trio Insular está abierto y que esperamos sus preguntas~.

¡Saludos! :'D



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