Familia (dis)funcional (AU humano)

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Era un sábado por la mañana como cualquier otro en la casa de los Hernández González. Martín siendo siempre el que se levantaba primero, se encontraba sentado cómodamente en una silla, bebiendo mate mientras leía el diario. A su lado se encontraba su esposo alimentando a su pequeño hijito de tan solo año y medio de vida.


El rubio sonrió, cuando supo que los bebés podían nacer con tres genes en su ADN, no dudó en rogarle a su chileno si podían tratar de tener un hijo mediante ese método. Manuel se negó rotundamente, mas el argentino, siendo lo terco que era, siguió insistiendo con el asunto, argumentando que su trabajo como médico le daba el sueldo suficiente como para darse ese gusto.


Dos años más tarde el chileno cedió, su límite de paciencia se había agotado por los continuos ruegos de Martín. Contrataron un vientre de alquiler, de una mujer originaria de Tierra de Fuego, e hicieron la fertilización in vitro con un espermatozoide de Manuel, y Martín heredó un poco de su mitocondria al óvulo de la fueguina*.


Fue así como nació Carlitos, un hermoso pequeño rubio de ojos castaños. Alegre y tranquilo, el mejor hijo para unos padres primerizos...


... Bueno, eso en el caso de Martín. Sorbió de la bombilla algo de mate y prosiguió con su lectura, tapándose el rostro lentamente con el papel.


–Martín... ¿has despertado a mis hermanos? –resonó la voz del chileno mientras le limpiaba la barbilla al bebé con la cuchara.


El argentino quiso hacerse el desentendido y fingió interesarse en un anuncio de alimentos para tortugas. Manuel frunció el ceño al verlo actuar así y suspiró resignado. Sacó a Carlitos de su sillita alta y lo cogió en brazos, suavizando la severidad de su rostro al sentir cómo el pequeño apoyaba su cabecita sobre su hombro y susurraba "mami".


–Como querái. Luego no te quejí porque tendrás que hacer la cena.


– ¡Che, pero vos sabés que me encanta cocinar, Flaco! –exclamó indignado.


–Sí, pero recuerda que hoy vienen visitas po' amor. –y con eso subió las escaleras al segundo piso, dejando a un pálido argentino solo en la cocina.


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Al llegar arriba, bajó a su hijo para que caminara por el pasillo con libertad.

Cerró el corral de las escaleras y se dirigió a una puerta que afuera ponía "Iorana", tocó tres veces y al no recibir respuesta la abrió con cuidado dejándose asomar lentamente.


La habitación estaba ordenada, con un poco de ropa tirada en el suelo pero eso no era problema. Las paredes eran adornadas con distintas artesanías provenientes de Isla de Pascua, al igual que los collares.


Con tranquilidad se acercó a la cama donde permanecía una joven de piel morena y cabello castaño. El mayor sonrió de lado al verla dormir plácidamente. Carlitos también se aproximó a ver a la joven y, adelantándose a lo que iba a hacer su "madre", con su pequeña manito golpeó, sin mucha fuerza, el rostro de la muchacha.

Chilean Insular TrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora